Diario de León
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Al trasluz | eduardo aguirre

Tenemos demasiado miedo a la derrota. Y ésta sólo muer de cuando tiene hambre, aunque no puede decirse que sea fácil de saciar y que sus digestiones sean largas. Rafa Nadal ha perdido ante un rival que ocupaba el puesto veinticinco en el ránking. ¿Y qué? El Betis ha descendido a Segunda División, y lo está viviendo como un Waterloo desde el bando francés; ya ascenderán. El Real Madrid se derrotó a sí mismo. Incluso el amor, que es invencible, hinca a diario la rodilla sobre la lona del cuadrilátero. En cambio, en las elecciones europeas, unos ganarán y otros no, pero todos se proclamarán vencedores, porque en política no hay lugar para la épica del perdedor. Escribir columnas te enseña a tomarte la derrota con sene-quismo, pues sabes que si la de hoy martes es floja, quizá la del viernes te salga mejor. El río de la vida siempre continúa su curso. Hemingway escribió una de las más bellas narraciones sobre el posicionamiento ante los resultados adversos de la existencia. Afirma en El viejo y el mar : «El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no vencido». La frase se convirtió en el escudo de arma de todos aquellos a quienes el gran pez se les ha escurrido entre las redes, y que levante la mano quien no sea miembro de esta ancestral cofradía de pescadores. El río de la vida sigue fluyendo, incluso cuando está seco, pues aunque el amor hinque a veces la rodilla sobre la lona, siempre se levanta de nuevo, para finalmente ganar todas las batallas, incluso -”como el Cid-” después de muerto. Nunca detiene su curso. Si quieres pescar en él, no podrás hacerlo desde la orilla, tendrás que adentrarte en sus aguas, a veces cristalinas, otras cenagosas. Así es el blues del río. Así el blues de la vida. Y así el corazón humano.

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