Diario de León
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El corro | pedro vicente

La crisis económica que aflige al mundo ha ratificado un viejo aserto según el cual los economistas suelen ser «los mejores profetas del pasado». Desencadenada la tormenta, todos ellos dicen que se veía venir pero lo cierto es que ninguno ad virtió de ella con antelación suficiente para prevenir el desastre. Viene a cuento lo anterior a propósito del debate abierto ahora en España sobre la necesidad de cambiar el modelo productivo. Cuando se cifra en un millón el numero de viviendas nuevas que no encuentran comprador se ha caído en la cuenta de que hay que buscar alternativas al ladrillo. A la fuerza ahorcan. Todo el mundo sabía que, antes o después, la burbuja inmobiliaria estallaría, pero nadie quiso aguar la fiesta previniendo de las consecuencias del pinchazo. Y ahora toca cambiar ese modelo productivo basado en la construcción por un «crecimiento sostenible», como si algo así se pudiera improvisar de la noche a la mañana y por decreto. En el caso de Castilla y León la dependencia del sector inmobiliario no ha llegado a los extremos de otras comunidades autónomas y ello ha amortiguado en parte los efectos. El mayor riesgo en términos de empleo se ha situado en el sector de la automoción, que, de momento y gracias al apoyo prometido por las administraciones, se está librando de la quema. En todo caso, abierto ese debate nacional en torno al nuevo «modelo productivo» hora va siendo de que esta Comunidad Autónoma se plantee el suyo propio. Es innegable que en las últimas décadas, gracias en buena medida al maná de los Fondos Europeos, Castilla y León ha dado un gran salto en términos de renta, pero su crecimiento ha sido muy desigual y no ha evitado la sangría de la despoblación. Esa lacra de la emigración juvenil, el abandono del medio rural y los desequilibrios territoriales internos revelan unos problemas estructurales de fondo que nunca se han atacado de raíz. Y que seguirán siendo endémicos mientras no dispongamos de un Plan Estratégico de Desarrollo Integral que marque las prioridades y las políticas a seguir en todos los órdenes. O lo que es lo mismo: Un modelo de crecimiento sostenible. Una crisis de la profundidad de la presente constituye una oportunidad única para afrontar ese debate sobre el modelo productivo de Castilla y León. No podemos seguir instalados más tiempo en la filosofía de que «la mejor política industrial es la que no existe», como llegó a decir cierto ministro de Industria. Pero es obvio que esa política industrial ha de estar incardinada sobre una ordenación global del territorio, un instrumento imprescindible del que seguimos careciendo. Y en el mismo marco hay que aplicar ese nuevo plan integral agrario asociado al concepto de «desarrollo rural» auspiciado por la Unión Europea. Se prorrogue o no la central nuclear de Garoña, está por redefinir la aportación de Castilla y León al sector energético nacional, especialmente el futuro del carbón, la viabilidad de los biocombustibles y el potencial de las energías renovables, etc. Lo mismo que el papel de la investigación y las nuevas tecnologías, las oportunidades del medio ambiente, etc. etc. Aquí no hay que cambiar de mo delo: Se trata sencillamente de crearlo.

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