Diario de León
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El rincón | manuel alcántara

Hasta hace poco los españoles se resistían a morir y prolongaba n su residencia en la tierra. Se vendían más bastones que chupetes. Pues bien, aunque no sepamos todavía si es para bien, ahora tenemos la tasa de natalidad más alta de los últimos veinte años. Hay mucha más gente que se dispone a nacer de manera involuntaria. Son los dos hechos más determinantes de cualquier biografía y se pueden resumir en dos guarismos: la fecha en que nacimos, o sea en la que nos nacieron, y la fecha en la que abandonamos nuestra estancia en este absurdo planeta conflictivo. Observó el gran Ramón Gómez de la Serna, que era de verdad un revelador del universo, que el aro de los juegos infantiles se parece demasiado a la corona mortuoria, del mismo modo que se asemejan bastante el sonajero y el hisopo. Nuestra vida es capicúa.

Ahora las vacaciones terrestres se han vuelto a equilibrar: nacen nuevos huéspedes en la misma proporción que otros presentan sus dimisiones irrevocables. Leo en algún sitio -leo en todos los sitios, para intentar que no me influya ninguno- que el número de nacimientos por cada mil habitantes ha aumentado ostensiblemente en España, a pesar de las discutidas libertades para el aborto. Donde comen dos pueden comer tres, aunque coman un poco menos, y donde pasan hambre tres pueden pasarla cuatro. En cualquier caso, el dato objetivo es que empezamos a tener más compatriotas y que la gente se anima más a invitar a desconocidos a su casa. El número de los que se despiden y el de los que son saludados a su llegada, por vez primera está siendo parejo.

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