Diario de León
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En el filo | AGUSTÍN JIMÉNEZ

La s elecciones son importantísimas para el tráfico laboral. En periodo electoral se organizan viajes y partidas de todo tipo, se encargan trajes, se reservan hoteles, se preparan miles de bocadillos, se enfrían toneladas de refrescos, se fabrican banderines de cada equipo con variados mensajes e iguales memeces. Para todo ello se contratan peluqueros, maquilladores, obreros montadores, chóferes, cámaras, informáticos y un think tank de insultadores que cultiva el odio, la idolatría y dos o tres fenómenos de adrenalina de masas. Cada candidato moviliza un ejército de decoradores, aplaudidores y petardistas que, durante unas semanas, rebaja las estadísticas del paro.

Si los partidos invierten con tantas ganas, es porque vale la pena. Cientos de poltronas y puestos subalternos, cientos de familias imbuidas de una sana esperanza de medrar, dependen de unos resultados laborales que hay que pelear casa a casa, peatón a peatón, televidente a televidente. Los resultados espirituales son también espectaculares. Tal como el domingo, nos hemos enterado de que el dinámico dúo Rajoy-Oreja, inspirados por Cañizares, es un potente vector económico y una de las referencias morales para esta crisis de valores. Enmanuel Kant no tuvo tiempo de pasar. Quien no esté satisfecho, consuélese con la idea de que, si estos han ganado, al menos los otros han perdido y que ambas aceras, juntas, sólo han tenido el plebiscito de una minoría de electores. Casi el 60 por ciento se quedó en casa. Afortunadamente, estos electos y estas poco selectas ganadoras sólo representan a unos pocos.

Por todas partes -”con excepción de Italia-” ha sido igual, con coloraciones en función de las idiosincrasias nacionales. Merkel ha perdido muchísimo pero ha ganado más que los sociatas, que no han crecido bastante. El patoso de Brown se ha tambaleado, lo que no sería malo si las alternativas no pudieran ser catastróficas. Los italianos, más o menos, han confirmado a Berlusconi en sus fiestas, aunque su triunfo sea «menor». Su huésped Topolanek sigue enhiesto por abajo. Sarkozy, un hombre desprendido, se ha despegado aun más de unos socialistas que para qué los necesitamos. En lugares con tradición como Austria, Países Bajos y Reino Unido han resurgido partidos xenófobos, frecuentemente homófilos, porque vuelve el hombre.

Pequeñas lucecitas para los fans de las alternativas: las nuevas tendencias las han marcado grupos que no han insultado a nadie (Ecolo en Bélgica) o que han predicado valores comunes europeos (Cohn Bendit en Francia). Los menores de treinta (Suecia) han votado por su cuenta y han llevado a las alturas al partido de los piratas, que se bate por la libertad de Internet. Tiemblen Teddy Bautista y sus amigos del siglo XX.

En una gran ciudad de Centroeuropa, un ciudadano recorría el domingo un colegio electoral. Iba de grupo en grupo preguntando: «¿Qué me dais si os voto?» Se decidió por uno de extrema derecha. Le regalaron una bolsa de caramelos.

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