Diario de León

la opinión del lector (II)

La sangre del pueblo

Publicado por
Anatolio Calle Juárez. NAVATEJERA
León

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Yo no voy a negar que el egoísmo es planta que crece con abundancia en la mayoría de los corazones humanos. Pero quiero insistir en que el amor y el ejercicio del mismo es bastante más frecuente de lo que nos imagínamos. Y que lo que ocurre es que la bondad tiene muy poca y muy mala prensa. Una señora, me cuenta que hace ya casi veinte años murió su madre tras una larga enfermedad de ocho años, durante los cuales necesitaba una transfusión de sangre cada veinte días. Vivían en cierto lugar de España, en el que no había entonces un banco de sangre, por lo que las trasfusiones tenían siempre que hacerse a base de donantes voluntarios. Pues bien: en todos esos años jamás le faltó quien le afreciera esta ayuda. Con lo que esta mujer vivió literalmente de la sangre del pueblo, de la fraternidad común. Pero podía encontrar muchos frutos de amor. Otro ejemplo. En mi mismo barrio hay una niña, doce años, víctima de una de las formas más profundas de paraplejia. No puede andar, no sabe moverse, no es capaz de darse vueltas en la cama, incluso se asfixia por no saber respirar. Con lo que necesitaba a todas horas, sin excepción, alguien que la ayudara a continuos ejercicios. La Seguridad Social le garantizaba una enfermera, pero sólo cuatro horas al día. Los padres de la pequeña, que trabajaban los dos para poder sobrevivir, la atendían cuando podían. Hacían falta voluntarios que la acompasasen el resto de las horas. Se propagó esta noticia y ya no la ha faltado nunca quien esté al borde de esa cama. La sangre del pueblo obró el milagro. ¿Comprenden ustedes ahora, por qué yo me obstino en creer que el hombre es mucho mejor de lo que sospechamos?. Lo malo es lo de siempre que los asesinos salen en la televisión y el amor, en cambio, suele ser invisible; que si una madre maltrata a su hijo nos enteramos todos, y que si cinco millones de madres se sacrifican por los suyos, casi nadie habla de ello. Y así acabamos pensando que sólo existe lo que nos cuentan. Pero yo me atrevería a apostar que si ponemos en un platillo de una gigantesca balanza todos los actos de egoísmo y en el otro los gestos de amor y solidaridad, el fiel oscilará hacia estos segundos. En todo caso, amigos, yo les convoco para que pongan ustedes su grano en este plato segundo.

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