Diario de León

Tareas ingratas del oficio de político

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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Crémer contra Crémer

Yo pensaba que el hecho de aparecer establecido entre los indiferentes o por mejor decir, de los neutrales, me concedería un estado civil digno de ser disfrutado o sencillamente de vivirse en paz y en gracia.

Pero no. Mi compañero y sin embargo amigo, al que suelo confiar mis cuitas me dice que el simple oficio de candidato o algo ya supone una decisión casi heróica, porque candidato a palo seco no es nada.

El candidato de verdad lo es porque espera prosperar gracias a su significación como tal candidato.

Que muy mal tiene que darse para que desde la asignatura inicial de candidato no acabe uno por convertirse en profesional de esto, de aquello y de lo de más allá, con tal de que suponga una retribución y una influencia suficiente para que consiga al final de tantos trabajos un puesto, un cargo, un nombramiento. O sea un medio de vivir bien sin mirar a quien.

De modo que el solo hecho de suscribirse en las listas de los aspirantes a vivir de la cuenta y del cuento, implica un sacrificio, un esfuerzo, un trabajo muy notable, para el cual, según parece, solamente los muy dispuestos y decididos, aunque fuere un zopenco, puede conquistar al cabo de los trabajos inherentes al cargo una situación cómoda, fácil y bien remunerada.

Que es de lo que se trata. Y si para ello se hace necesario aparecer en las vísperas de las elecciones que fueren y con las primeras luces de la noche nocherniega, pues se coge el tarro del engrudo, la brocha y la escalera y se buscan esquina para pegar el cartel electoral, con la efigie del candidato principal o la suya propia, con el permiso del número uno de la partida.

Una vez cubierto ese menester y con la conciencia tranquila ante el deber cumplido, el presunto busca en el sueño la reválida y esta vez con la del alba se levanta para asistir al reparto de miembros indispensables en la cuadrilla para el mitin electoral.

Sin duda una de las tareas más enojosas, difíciles e ingratas del oficio de político. Y como es enviado al poblado montañés de Reliegos del Monte, allá se va el candidato presunto a soltar la oración mantenida después de muy sudorosos estudios y con grave esfuerzo mental.

Y naturalmente se entrega a comunicar al personal que asiste a su cita política de que solamente votándole a él y a su capitán (el primero de la lista) se podrá cumplir el principio de libertad y el de fraternidad.

Y como este ejercicio de propaganda se repite para lo uno y para lo otro, el candidato no para un momento. Y se produce la dramática conclusión de haber ido y venido (quiero amigo que me digas si es de alguna utilidad) hasta la conclusión de la comedia.

Terminada la cual y en la sala de las confidencias, confiesa lo que el oficio de candidato o de miembro de la partida de propaganda tiene de infinitamente costoso, más difícil y más problemático que el de trabajar con las manos...

Convencido de ello, me alisté en el equipo deportivo del pueblo, al amparo y tutela del Ayuntamiento, de la Diputación o de un señor de Medina del Campo que hizo el dinero en Cuba, cuando en Cuba se hacía dinero cantando...

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