Diario de León
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A esgaya | emilio gancedo

Alos leoneses nos ha de llenar de orgullo y satisfacción saber que pagamos impuestos más altos que en la propia capital de España. Seguramente es en razón a nuestra alta alcurnia y abolengo, a nuestra prestancia y donosura, mucho mayor que la de esos advenedizos que viven en esa recientísima capital, ese pueblón manchego. En León se hace todo a rosca y a lo grande -”por algo fuimos cabeza de reino, hoy cabeza de turco-”, pero sobre todo hacemos a lo grande lo de pagar, eso se nos da de miedo, lo de enviar tributo, arancel, gravamen, tasa, canon, arbitrio, peaje, carga, ya sea con dinero, con sangre, con agua, con monte, con pueblos, con identidad o con memoria.

Por tanto, paguemos el Ibi con la cabeza bien alta, aunque sea más del doble que la cantidad exigida el año pasado, como si es el Ibi triple o el Ibi quíntuple, lo que nos echen.

Si no pagáramos el impuesto, todo estaría echado a perder. La ciudad sería un descuidado y sucio secarral, los parques estarían agostados, el río sería una pura selva en la que los jubilados quedan atrapados entre malezas salvajes y baldosas rotas, la zona a priori más visitada y atrayente, el casco viejo, estaría plagada de solares, abrasada de pintadas, una mera zona de guerra. Los polígonos residenciales en construcción permanecerían silenciosos, a medio hacer. Los barrios serían una fiesta de socavones. Las afueras, un desbarajuste de chaletes y chamizos.

Esto es, en traducción simultánea, que no nos tomen el pelo.

A lo que se ve, quieren que el pueblo y sólo el pueblo cargue por entero con la incompetencia y con la avaricia de sus benditos gobernantes. Y no vengan ahora con la cantinela de yo no fui, de ¡ya estaba así cuando llegué! Su responsabilidad es limpiar los rincones municipales de los lambriones que los pueblan y echar -”sí, echar-”, a las decenas de personas que han sido contradados de forma oscura. Y entonces sí, pagaremos. Qué remedio.

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