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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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Crémer contra Crémer

Pienso, no sé si con algún fundamento o son apreciaciones personales conseguidas en el trayecto de una vida larga y fecunda, cuajadas de anotaciones gratas y saludables, paralelas a otras de signo bien distinto.Pero al cabo de tan complicada travesía, puedo afirmar que la humana condición se divide en dos porciones fundamentales: la de los hombres, mujeres y gente mayor, que dejan huella de su paso por la tierra y por su trato y contacto con el prójimo, y los que desaparecen, al cabo de un tiempo más bien oscuro y sin relieve. Como existe una equivocación dramática cuando se trata de describir méritos y cuando es obligado denunciar traiciones, digo y repito que es a lo que la humanidad debiera tender y por lo que trabajar hasta el sacrificio, pasan, quiero decir, mueren sin pena ni gloria, que es la forma más triste de morir. Desgraciadamente los caminos para la ocupación de los espacios que a cada ser humano le están destinados, abundan en personajes ambiciosillos que no consiguen desprenderse de la corteza amarga de su avaricia.

Gentes de múltiples colores que se entregan casi siempre al ejército, oficio o pasión de alcanzar gloria y provecho sin atender a otras demandas que a las que le son dictadas por la codicia o por la vanidad. Y así como al cabo de algún tiempo de observaciones sobre las cosas y los hombres que forman parte necesaria en nuestras vidas se me ocurrió titular un libro con la gloriosa titulación de «Los trenes no dejan huella», así de algunos hombres cabe declararse incapaces de dejar señal de su paso. Cuando la Sociedad, prendida en sus egoísmos y miserias no les corresponde otra indicación que la de seres que no dejan huella...

De los primeros, de esta clase de criaturas que parecen haber vivido solamente o principalmente para proyectarse como ejemplos a seguir, la historia de cada pueblo solamente dispone de una oportunidad. El personaje nacido y mantenido como modélico les depara la oportunidad de acabar en la más sólida y enriquecedora plenitud. No en la política, ni en la baza afortunada de un ejercicio bien pagado, sino por ejemplo, es un decir que necesito proclamar, haciendo prosas transparentes y delicadas y versos deslumbrantes. Digo y repito el nombre: Antonio Pereira no solamente hijo del Bierzo tan generoso en la concepción de sus hombres, sino de la humanidad. Porque lo que caracteriza a este hombre singular, además de su obra literaria es y será por sus sentimientos de ser humano sin recelos, sin trampas, sin mezquindades: un ciudadano de bien, mágico cuando escribía y conmovedor cuando expresaba sus opiniones. Este sí que es un hombre con huella imborrable. Este sí que puede ser ejemplo de tantas cosas como nos faltan, por tanto como necesitamos. Entre éstas, la asistencia de este tren de generosidad que se llamó en vida Antonio Pereira y que tan honda huella dejó a su paso... ¡Y no como otros! Pereira del alma, compañero...

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