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León

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Tribuna | Julián Álvarez González

Psicólogo Clínico

Según datos recientes, son ya más de 200 millones de personas en el mundo las personas que padecen de esta enfermedad, solamente en España la población de adultos afectada por esta dolencia supera la cifra de los 4 millones. Esta afección es responsable del 75% de todas las hospitalizaciones psiquiátricas, y en el curso de un año, el 20 % de todos los adultos entre los 18 y los 75 años padecen síntomas depresivos significativos, pues creemos que cada época produce su forma única y peculiar de patología psicosocial y según estudios recientes realizados nos dan a entender que la comunidad de Occidente está siendo invadida por este mal común.

En la actualidad la depresión es considerada como un importante problema de salud pública, no sólo porque la incidencia de esta dolencia es alta, si no que también su prevalencia aumenta día tras día en los países industrializados, siendo las nuevas generaciones las más vulnerables a esta aflicción. También es verdad que la depresión seria es una enfermedad que cada día se reconoce y diagnostica con mayor facilidad y frecuencia, aunque muchas veces pasa inadvertida y sin tratamiento.

Esta dolencia, además abre una variedad de problemas de tipo social, desde el fracaso académico y profesional hasta la perturbación de las relaciones interpersonales, el alcoholismo, las drogas y otras adicciones. La más trágica consecuencia es el suicidio.

Cualquier persona que haya sufrido una depresión sabe que hay pocos estados peores, pues condena a la persona que la padece a una muerte en vida, sin placer ni alegría en el presente ni en un futuro predecible. Las depresiones puede variar desde un sentimiento ligero de tristeza hasta un profundo sentimiento de indiferencia y desesperación en la que la tristeza es infinita. Las dos grandes escuelas psicológicas sostienen opiniones diferentes para explicar las causas de la depresión; así los cognitivistas/conductuales hablan de una desesperanza aprendida, mientras que los psicoanalistas consideran la melancolía una respuesta a la pérdida del objeto amado, y la depresión, el duelo por dicha pérdida, es por esto, que se hace necesario e imprescindible realizar una evaluación funcional y una formulación de cada caso individual para conocer las causas específicas que inducen a la depresión en cada paciente en particular y así efectuar un diagnóstico diferencial que nos permita descartar que se trate de un proceso orgánico simplemente, ya que sino además de retrasar el diagnóstico y el tratamiento, corremos el riesgo de poner en peligro su propia vida.

En la persona depresiva, se da una tristeza infinita y apatía generalizada, el paciente tiene un concepto negativo de sí mismo (autorreproches, ideas delirantes y recurrentes de muerte o de suicidio, sentimientos de culpabilidad, etcétera...), deseo de apartarse de los demás, desaparece la ilusión por su trabajo, su familia o su proyecto vital. Poco a poco, el rendimiento disminuye hasta llegar a la desgana total, decreciendo la capacidad de atención y el poder de concentración, con cambios en el nivel de actividad, que van de la agitación al letargo.

En muchas ocasiones, el problema psicológico puede trasladarse al resto del organismo y provocar trastornos físicos mas o menos graves como dolor de cabeza, sequedad de boca, náuseas, constipación, estreñimiento, sueño alterado, palpitaciones, falta de apetito con pérdida de peso pero también bulimia y gran aumento de peso, sensaciones de ahogo y de opresión, desórdenes menstruales, pérdida de la lívido, impotencia, etcétera...

Además de esos cambios en el comportamiento y en la percepción de la experiencia, se dan también intercambios bioquímicos que tienen lugar durante los periodos de la depresión, y para ello se han elaborado cierto número de drogas antidepresivas. Pero la terapia basada en los psicofármacos para combatir la depresión no constituye la respuesta completa y menos aún la adecuada, porque mucha gente rechaza el uso de las drogas y, además, porque sólo el 60% de quienes las toman responden al tratamiento, y de ellos el 50% recaen al finalizar la terapia basada en dichas drogas. Mucha gente busca en los comprimidos la felicidad y el bienestar, el remedio a las dolencias del espíritu en los modernos psicofármacos, pero que sepan que no están libres de los graves efectos secundarios. El tratamiento psicofarmacológico, además de no curar, todos conocemos que las drogas son muy adictivas e incisivas, teniendo muchos y muy graves efectos colaterales adversos, que pueden saldarse con la muerte súbita del paciente en muchos casos, por tanto es muy importante prescribir la dosis mínima tanto durante el tratamiento como en los momentos de crisis agudas, es decir una psicofarmacología práctica para cada paciente.

Para curar la depresión, es preciso tratar el «nudo gordiano» del síndrome siendo éste puramente psicológico, caracterizado por la desesperación a veces inculcada o las expectativas negativas generalizadas, esa desesperación inculcada es el problema psicológico principal que debe desarraigarse, ya que el individuo afectado se ve a si mismo como un fracasado sin remedio, incapaz de cambiar el sentido de su vida. Las personas deprimidas deben de convencerse de que pueden intentar cambiar y de que la realidad es normalmente menos terrorífica de lo que se esperaba, pues la mayoría de las veces nos afligimos por la forma distorsionada de como vemos y percibimos las cosas. La recompensa consiste en un sentimiento de dominio creciente sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodea.

El papel de los factores psicológicos y sociales en los desórdenes del estado de ánimo son fundamentales ya que son estos el origen en si de éstas dolencias, digamos que son la piedra angular de la enfermedad y la causa y raíz determinante de esta patología y de otras acompañantes como la ansiedad y la angustia.

El tratamiento de estas dolencias tienen a menudo su base terapéutica en modificaciones profundas de la personalidad y requieren consecuentemente tratamientos psicoterapéuticos minuciosos, complejos, prolongados y profundos elegidos de acuerdo con la formulación de cada caso individual en el que la acción psicoterapéutica va a consistir en la aplicación de las diferentes técnicas y métodos psicológicos que inciden de forma especial sobre la mente y la conducta (método cognitivo/conductual) y en las emociones, sentimientos así como en el análisis del inconsciente (método psicoanalítico, humanista y otros) con el fin de desbloquear los mecanismos psíquicos que las provocan y de esta manera ayudar al paciente a encontrar un sentido a su vida e incluso a su sufrimiento, pues solo encontrando y dando sentido al quehacer cotidiano, desarrollaremos nuestro potencial y seremos capaces de enfrentarnos a los retos que nos presenta y depara la vida, (método logoterapéutico).

Las estrategias psicológicas así como los tratamientos psicoterapéuticos contra la depresión han demostrado ser muy efectivos y útiles, la psicoterapia además de ayudar a prevenir la depresión proporciona al paciente la protección necesaria contra las recaídas, en contraste con las drogas antidepresivas que no tienen ningún efecto preventivo ni curativo y menos aún de protección una vez que la medicación se haya interrumpido.

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