Diario de León

Bandazos y desidia en educación

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Tribuna | Jesús Salamanca Alonso

Cuando comenzó la legislatura actual, el Ministerio de Educación quedó estructurado de una manera un tanto extraña. Y decimos extraña porque no tenía sentido la segregación de la Universidad del citado Ministerio. Menos aún sabiendo que estábamos en pleno proceso de adaptación con Europa o, si se quiere, como se dice ahora: al espacio europeo de educación superior.

De la misma forma que criticamos la anterior segregación, no es menos absurdo otro hecho, como es que a Educación se unieran otras competencias como las políticas sociales. Alguien muy sesudo debió pensar que la educación no era entidad suficiente o digna para «cabalgar» sola o acompañada del deporte.

Si bien no nos ha gustado nada la asignación de la titularidad del Ministerio de Educación al actual ministro -”no duden que me darán la razón con el tiempo-” al menos se ha rectificado en cuanto a la política ministerial. La configuración actual nos parece mucho más acertada y nos gustaría que el Gobierno reaccionara de una vez en lo que se refiere a la orientación de la educación en esta cuarteada España.

El Ministerio de Educación ha ido dando bandazos desde que transfirió la educación a las comunidades autónomas. Ni siquiera ha sabido ser líder serio y riguroso, como se esperaba. Tanto en los Gobiernos de la retardada derecha como en los de la confusa izquierda, el Ministerio no ha sabido «coger al toro por los cuernos». Ahí tienen el ejemplo de Cataluña, País Vasco y Galicia, principalmente, donde durante años se ha denigrado la enseñanza en castellano, incumpliendo reiteradamente el mandato constitucional.

Nos atrevemos a decir que el Ministerio de Educación sigue paralizado también en esta legislatura. No ha sido capaz de hacer los deberes y, cuando lo ha intentado, le ha tocado rehacerlos, porque ha carecido de asesores serios y rigurosos. Recuerden el ejemplo del ordenador para cada niño; la asignatura de la educación para la ciudadanía; la deficiente estructuración del bachillerato; la preocupante promoción en éste; el varapalo de Tribunal Superior de Justicia; el considerable descenso de las becas; el ocultamiento de las políticas sociales y las numerosas promesas incumplidas, por citar algunos de los más llamativos.

El Ministerio de Educación no cumple, como tampoco lo hace el presidente Gobierno en innumerables casos y temas. Empezó por no cumplir, como decíamos antes, su misión de coordinador y organizador respecto a las comunidades autónomas y continuó por aparcar el tan traído y llevado Pacto de Estado por la Educación, del que nunca más se supo. Y, dicho sea de paso, el presidente del Gobierno se comprometió a que quedara zanjado en su primera legislatura. Incluso lo contrajo como compromiso personal, dada su condición de docente. Compruébenlo las hemerotecas y la prensa digital.

Un dato preocupante para el profesorado es que el Gobierno ha mirado al tendido y despreciado al profesorado. No ha tenido firmeza y entereza para convocar la Mesa sectorial de Educación, con el fin de abordar el estatuto de la Función Pública Docente, tan importante para el profesorado en lo que a medidas de apoyo se refiere; es decir, el Gobierno de Rodríguez Zapatero se ha pasado la LOE por donde le ha convenido. Y esa actitud no puede quedar impune. El profesorado está en la obligación de recordárselo.

Serían muy largos de enumerar los problemas e incumplimientos pendientes del Ministerio de Educación. Ante todo debe abordar la actual formación profesional y hacer una apuesta decidida por ella y para ella; efectuar un nuevo diseño de la educación secundaria y del bachillerato, ofertas formativas que se han parcheado sin resolver nada. Y lo que es más importante: es preciso, por su urgencia, remodelar nuestro sistema educativo, que hace aguas mayores y menores, sin olvidar que la calidad, la competitividad y la excelencia no se resuelven sin la dignificación de la función docente.

Es precisamente en la educación donde la crisis encontrará una puerta abierta. Posiblemente sea una de las últimas oportunidades que tienen el Ministerio de Educación y el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Cuanto más se piense y menos se actúe, más se encasquillarán las posibilidades. Al Gobierno actual le sobra desidia y le falta imaginación. Recuerden que esta última es más importante que el conocimiento, en palabras de Albert Einstein.

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