García-Moliner

Al trasluz | eduardo aguirre

No conduzco, aunque tengo coche; pero ni conducir, ni tenerlo, es requisito indispensable para aplaudir el importante logro de Ramón García- Moliner, quien acaba de ser elegido presidente del Race. Algunos la jubilación la entienden como el arte de no quedarse quieto, y este leonés ha acometido la agotadora tarea de liderar un club de 17.000 socios propietarios y 900 empleados, en vez de dedicarse al dominó y a rememorar anécdotas de su brillante trayectoria profesional. El segundo apellido, también compuesto, González-Regueral, delata su ser leonés. Abogado del Estado, destinado en el Tribunal Supremo, ha sido vicepresidente de Metro-Madrid y subdelegado nacional de Deportes. Lleva el Derecho en la sangre, pues su padre fue decano del Colegio de Abogados de León. Como uno cree que el don para la amistad es parte esencial del currículo, les diré que ejerce desde hace muchos años de embajador de su tierra, y que si le dejan instaura una cofradía de leoneses de adopción, de tantos conocidos que ha traído y trae a admirar nuestros parajes. Estudió de chaval en los Agustinos, que aquí imprime carácter, y entre sus amigos figuran, entre otros, Jaime Quindós, Joaquín López Contreras y Urbano González Santos, que también imprime carácter (dime quiénes son tus amigos y te diré quién eres). El Race, como el Barça, es más que un club, y que me perdone la comparación si es del Real Madrid. Cuenta con cuatro años por delante para llevar a cabo su proyecto. En efecto, jubilado desde el 2004, tiene un peculiar concepto del descanso; afortunadamente, pues cuando hay valía, como en este caso, la edad son los galones de la inteligencia. El suyo es un ejemplo de juventud intelectual, de energía que se niega a replegarse. Un leonés ejerciente. Escucharán hablar de él. Mucho y bien.