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León

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Tribuna | Venancio Iglesias Martín

Catedrático de Literatura

Poeta s hay muchos. Basta con ponerse el título, porque a nadie le dan un diploma de poeta. No. Yo diría lo que dice el refrán aquel: de poetas, sabios y locos todos tenemos un poco. ¡Cuestión de grado! Salir de ese refrán no parece tarea fácil... Unos pocos se hacen sabios, otros pocos se hacen poetas, otros poquitos, se vuelven orates, pero en la generalidad, ya se sabe: algún destellito de sabiduría, alguna metáfora malaprendida en la experiencia vital y un poco de locura de fin de semana, misa y discoteca, es lo que logran.

Encontrar el camino de la poesía y de la sabiduría sin aburrir a nadie y sin pretender diploma es un milagro que sólo consiguen unas pocas almas selectas.

Yo he asistido a ese milagro. Cuando llegué a León y un amigo me dio unos poemas de Carmen Busmayor me quedé un tanto perplejo. Parecía que Carmen era una poetisa más de esas que dice el refrán. Pasados unos años de silencio y trabajo, mucho trabajo, apareció para mí una poetisa que había desarrollado una rara sensibilidad. Lleno de alborozo, escribí a mi amigo: he encontrado una poetisa. Y él me contestó: sabía que la encontrarías. Carmen no es fácil de encontrar y, encontrada, será difícil perderla.

He tenido la suerte de enseñar literatura junto a ella. También la educación debe de entenderla como ejercicio poético. Sin ruido, sin descanso, esta mujer, lejos de cualquier plató, ha ido poniendo su alma en contacto con el alma de los chiquillos y como la educación es cuestión de ósmosis estoy convencido de que su poesía -”quiero decir: su sensibilidad y su inteligencia-” han hecho diariamente su labor y para los chicos, si no son totalmente bestias, que los hay, ha sido una suerte tropezarse con ella. ¡Son tan pocas las oportunidades de tropezar con un alma superior y tantas las de encontrarse con un desalmado!

La víspera de san Juan presentó su último libro. Desinformación e inadvertencia (no leo apenas los periódicos) me impidieron estar en el acto. Pero su libro Postales y bromelias ...

He encontrado que repara en sensaciones y emociones para las que la prosa no suele tener éxito y el verso ha de ser muy trabajado. En esa frontera ambigua, Carmen es una maestra.

He encontrado que nunca, nunca tiene otra acción que un sabio bendecir la pureza de la realidad que sólo ella percibe. Y he encontrado (la poetisa es tan generosa) que Carmen sabe los mecanismos de la prosa y sus vericuetos para enseñarnos a bendecir una realidad que nos parecía mostrenca y no lo era. O quizá nos dice con dulzura: es preciso mirar con el corazón porque el corazón tiene ojos que no tiene la lógica, ni la sociología ni-¦ ni-¦

He encontrado un saber que no claudica nunca porque tiene como meta la belleza y hasta diría que la belleza platónica. A lo mejor un día, mirando al cielo, tropieza con una farola, pero las farolas ya se sabe que son para tropezar y no para dar luz.

He encontrado que Carmen ha encontrado la forma más bella de buscar; no la del cínico, que no encuentra más hombre que él mismo y se desespera, sino la de quien pone la luz para que el hombre se encuentre. Ese camino es peligroso y no es infrecuente que quienes se iluminan con esa luz, salgan corriendo porque es demasiado lo que se pide con ella: -”Si sabes lo que quieres y es lo mejor ¿por qué no lo haces? Eso parece decir Carmen a veces. Porque todo lo que escribe es una invitación.

He encontrado en fin, que «Postales y Bromelias»son una pausa en la creación de versos, ritmos, melodías secretas, para descender al poco amable y aún escabroso camino de la prosa sin caer un momento en lo prosaico.

Y he encontrado en este Diario en el que con tanta delicadeza y recato se asoma a veces, he encontrado, digo, la bromelia dedicada al maestro Crémer, ya Crémer con Crémer unidos para siempre camino de la Estigia, y en esa bromelia está la contenida emoción del reconocimiento, la convicción secreta de la ley de la materia: en poesía nada se crea ni se destruye; todo se transforma. La poesía no es más que la llamada de un infinito dormido en el corazón de todos y que algunos, (Cremer, Carmen, Antonio G-Guerrero, Colinas -”todos los poetas tienen deudas con todos-”), sólo algunos, saben dar forma y musicalidad.

Bendita sea esa mujer, poetisa, profesora, y maestra de la santidad de la literatura. Que Euterpe, Kallíope, Erato y Polimnia llenen sus dedos de canciones y su boca de sensaciones siempre nuevas, para que nos descubramos todos los días, con un poquito de su luz y su palabra. Y usted amigo que me lee, hágame caso. Ese libro y unos cuantos más de sus versos pueden dar sentido a sus vacaciones. Porque ¿para qué son las vacaciones?