EL LEGADO (7) | VICTORIANO CRÉMER
Ángel Pestaña, que en paz descanse
Lo confieso hoy convencido de que este gesto mío de descubrir la vera efigie de un berciano ejemplar, no entrañará ninguno de los peligros de que se solía rodear su sola mención en tiempos menos afortunados. Conocí y traté muy brevemente a Ángel Pestaña, fundador del Partido Sindicalista, desgajado de la Confederación Nacional del Trabajo y hombre ejemplar en muchos de los aspectos de su biografía.
Hasta no hace mucho el mero hecho de mencionar a este ejemplar humano tan dotado de méritos y virtudes como para su representación más frecuente, la sola mención de su existencia y la relación, apasionada o no, de su biografía hubiera sido motivo de persecución y muerte. Milagrosamente -"yo creo en la influencia del milagro-" pues milagrosamente, me correspondió establecer contacto con este berciano de Santo Tomás de las Ollas, que fue de todo lo que un ser humano está obligado a sufrir cuando se es pobre y honrado, que luchó por la emancipación de las masas trabajadoras y que, al final de su tremenda odisea, murió en Barcelona, desnudo de equipaje como los hijos de la mar.
Sufrió y movió mundos, y le fue dado asistir a la peripecia más absolutista y feroz de la Historia de España, ya en medio de la grandísima miseria de la Guerra Civil. Se enfrentó con los partidos cuajados de tensión totalitaria y después de un viaje a Rusia, -"la Rusia de Lenin y de Troski-" regresó a la patria de los Arcaso, de los Durruti, de los Abad de Santillán, dispuesto a esclarecer la entraña de una cierta forma de entender los destinos del hombre de su tiempo.
C uando tuve la suerte de estar a su aire y atendiendo a su palabra, andaba yo de trabajador de la letra muerta en alguno de los talleres gráficos que funcionaban en la Capital leonesa y me sentí arrastrado, sugestionado por el verbo estricto, seco y natural de aquella figura quijotesca, empeñado en establecer las líneas programáticas de la gente del trabajo.
Eran tiempos de soberbia, de miserabilismo, de diferencia de clases y Ángel Pestaña podía proponerse como prototipo del compañero del tremendo capítulo del sufridor laboral. Y cuando se quebró la ligadura que le retenía con la Confederación ácrata, reunió a sus conocimientos, o sus experiencias, a su espíritu de solidaridad para intentar el Partido Sindicalista. Y allí estuvimos nosotros a punto de entrar o de caer, cuando en la entrevista de presentación me palmeó instándome a trabajar con lealtad a los principios y esperanza de futuro. El suyo fue el inimaginable: Aquel relojerillo catalán llegó a ministrable de la República.
Y hoy anda por libros como este de Miguel A. Varela, tan henchido de noticias y de sugestiones, que bien merece que ya en las postrimerías de muchas de nuestras vidas, nos sirva de motivo de reflexión. Ángel Pestaña, leonés del Bierzo, bien merece un recuerdo. Hay seres que merecen ser recordados... Otros, no.
Nota: Fallecido el pasado día 27 de junio a los 102 años de edad, Victoriano Crémer había adelantado, según su costumbre, una serie de artículos que el Diario de León, interpretando que cumple la voluntad del autor, publica bajo el epígrafe El legado y la referencia numérica de cada uno de ellos.