LA VELETA | AGUSTÍN JIMÉNEZ
Golpe a golpe
Un periódico de Honduras anuncia una movida para defender la imagen internacional del país. A estas alturas, ni siquiera a un general suramericano le gusta que lo tachen de golpista. El llamado «Tegucigolpe» se ha dado efectivamente y en varios sentidos a la vez. Queda por averiguar quién es el putchista. Si el general presidente deseoso de cambiar legalmente la legalidad o el general garante de la legalidad con métodos ilegales, si el apadrinado de Chávez -también golpista, también golpeado, también diseñador jurídico- o si... ¿Quién defiende ahora mismo la legalidad constitucional en Honduras, prácticamente incruenta? La Organización de Estados Americanos está en contra. Estados Unidos ha suspendido ayudas al pueblo hondureño. El padrino Chávez piensa dejarlo sin petróleo. Todo lo cual no acaba de hacer respetable a Zelaya, un converso, nuevo adicto a los métodos venezolanos, que da vueltas en el cielo por si su avión aterriza.
Al cabo, los métodos venezolanos están más extendidos de lo que reconocemos. Venezolano parecía el proyecto de referéndum que concibió un político que se llamó Ibarretxe. Caraqueño sin remilgo alguno, de una manera simpática, implacable y medieval, es el proceder del señor Berlusconi, que ha ido cambiando constituciones para que se asemejaran a estatutos de sus consejos de administración. Curiosamente, ningún jefe de Estado ni de Gobierno le dice ni mú en público. La misma ausencia de definiciones que nos impide pronunciarnos sobre los acontecimientos de Honduras ahorra a los políticos europeos cantarle las cuarenta a Papi Silvio, plebiscitado, es cierto (como Chávez, como Zelaya) por una mayoría de italianos, el pueblo más inteligente. Entre teguciglopes y blancigolpes, lo único seguro es que cada día somos más borregos.
El próximo golpe payasil de Papi Silvio es llevarse a los próceres ricos del G-8 a celebrar sus encuentros a L-™Aquila, el pueblo donde hace poco la tierra dio un golpe por su cuenta y se llevó a trescientas personas al otro barrio. Que los riquísimos pedaleen por gusto con la muerte en los talones, es una idea muy graciosa que confirma que, igual que ya desconocemos la definición de golpe, ignoramos todo de la función teatral de la política. La está redescubriendo Berlusconi y los demás, una vez más, le dejan hacer. Una novela de Tom Clancy imagina qué pasaría si una catástrofe decapitara a la cúpula del poder washingtoniano. En L-™Aquila sigue habiendo sacudiditas terráqueas que podrían ir a mayores y dar temblores a los jefazos. En la novela de Clancy, la masacre de los jefes no es problema. Nombran presidente a Jack Ryan.