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CONTRACORRIENTE | MIGUEL PAZ CABANAS

Arrepentimiento

Publicado por
León

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Arrepentimiento es una palabra con aroma religioso, en desuso, que parece más propia de tiempos de recogimiento penitente que de estos que vivimos, más dados a la precipitación impune y a la soberbia de los necios. Sin embargo, a mí me parece que, despojada de matices eclesiásticos, tiene más vigencia que nunca y, fíjense ustedes, es una actitud tan insólita que si uno la viera con más frecuencia sería capaz de perdonar lo aparentemente imperdonable, incluyendo los desmanes a los que algunos políticos y otros representantes del poder nos tienen acostumbrados. Curiosamente, su principal defensor, la Iglesia, suele practicarlo con retraso y cicatería (que se lo pregunten a Galileo, que tuvo que esperar mil años, o a los huérfanos irlandeses que sufrieron abusos sexuales en su niñez), pero reconozcamos que la memoria es frágil y que casi nadie lo asume con la honestidad que requiere: yo todavía estoy esperando a que ciertas personas se arrepientan públicamente de aquel abominable crimen de Estado llamado GAL, o que otros pidan perdón por las mentiras que vertieron después del once de marzo. Y sin ir tan lejos, no pide ya uno que el personal se arrodille y rompa en llanto compungido, sino que para aceptar que todos nos equivocamos, ofrezcan unas disculpas sinceras, incluyendo las referidas a cuestiones más mundanas, como aceptar trajes de armani o enchufar familiares en tal o cual plaza pública. ¿Y los criminales?, se me preguntará. Dostoievski nos enseñó que es posible que aquel que ha manchado sus manos de sangre pueda llegar a redimirse y yo comparto esa utopía. Otra cosa es lo que opinen las víctimas, aquellos que vieron a sus hijos volar en pedazos, o a sus esposos arder como teas dentro de un coche por la acción de varios psicópatas. Ellas son, realmente, las que en última instancia poseen el derecho moral de perdonar.