Cultura

El baile del ahorcado cristina fanjul

Ya se sabe que gestionar el dinero público es una gran responsabilidad, que nunca llueve a gusto de todos y que hay necesidades perentorias que hay que cubrir. Vamos, que está claro que no se puede gastar todo el presupuesto en mariposas, pero tampoco es plan de ponerse como Ma Joad dando la teta a un guiri. Y perdonen que utilice una imagen tan burda y sacada de contexto para explicarme, pero es que cada vez que recuerdo los cientos de miles de euros que se fueron en pagar a famosos de tercera división para que se se acercaran a León a revestir de notoriedad un festival de cine sin orden ni concierto, siento ganas de volverme desfalcadora. Ya sé que tampoco tengo por qué ponerme pesada, pero resulta un poco extraño que la Concejalía de Cultura anuncie el desarrollo de un plan para colocar León a la vanguardia de las ciudades literarias cuando todos los proyectos de este tipo van cayéndose como un castillo de naipes. Primero fue Leer León y ahora parece que puede tocarle el turno a los premios Leteo. Y es que por muy buena voluntad que se ponga, hay ocasiones en las que la inversión económica va unida a la del talento. Y ¿qué quieren? Me parece millones de veces más enriquecedor permitir que los leoneses conozcan a Paul Auster, Murakami o Coetze a que presencien una gala cutre con actores de saldo. Pero es sólo una opinión. Por supuesto que tiene que haber espectáculo para todos, pero el gasto del dinero del contribuyente debe razonarse, y no dejar que los gustos de un concejal se impongan a los de otra. En el partido entre civilización y barbarie, la cultura es uno de los árbitros imprescindibles. Creo que el Festival de Cine Histórico Reino de León se llevó no menos de cien mil euros, si no más, mientras que a la posibilidad de dialogar con un clásico de la literatura no se destinan siquiera seis mil. Si a la gente se le deja en el desierto, tragará arena, pero antes o después, se convertirá en bloques de piedra.