Cerrar
Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

Creado:

Actualizado:

El legado (9)

Desde mi nacimiento, un día de diciembre y con sol, no me he permitido la licencia de separarme de la madre que me trajo al mundo; ni de las hermanas; ni de las mujeres de las que me enamoré; ni de ninguna de mis vecinas. He sido y sigo siendo, un machista feminista. Cuando el presidente del Gobierno hispano-”parlante decidió por sí y porque disponía de autoridad para ello el reparto equitativo de los ministerios, Secretarías y Direcciones Generales, me faltó tiempo para felicitarle.

No porque me importara demasiado merecer el paso libre por tan espléndido escenario de la vida española, sino porque, me parecía que era llegando el día en el cual los hombrecitos posternados y dominados -”que esa es la verdad de lo que acontece-” encontraron la ocasión de merecer la autonomía personal, pero igualitaria y asistiera al ceremonial del más sonado y espléndido reparto del que tienen noticia los reporteros políticos.

Y fue entonces cuando comenzaron a producirse repartos a mano alzada y a nutrir los Ministerios y los cargos de relevancia y provecho entre hombres y mujeres, en igual número los unos que las otras. Las mujeres -”como la María Cristina histórica-” nos querían gobernar y el señor presidente, mariscal del campo, encontró feliz la idea y comenzó a repartir cargos a diestro y siniestro. Y unos salieron bien y otros desdichadísimos. Y allí fue Troya, allí nuestra improvisación, que no nuestra cobardía, llevaron nuestras alcanzadas glorias.

Y hubo señores que lo mejor que hubieran debido hacer fue rechazar, por humildad y serenidad, el ofrecimiento, dejando que los varones de pelo en pecho siguieran como siempre distribuyendo cargos, chollos y enchufes. No diremos que digamos, pero tampoco digamos que digamos: la prueba, en términos generales, resultó mal, en ocasiones muy mal, y la mujer-”política se convirtió en uno de los más infelices decretales que dictaran los repetidos gobiernos. Y no porque las señoras estupendas no estén perfectamente dotadas para el Gobierno de la ínsula, sino porque la falta de costumbre, tal vez, acaso, les había sometido al tremendo ejercicio de la confusión de los idiomas y como daba la casualidad de que cada una de las ilustres damas elevadas al cubo gubernamental no habían previsto el regalo del cargo, intentaron improvisar. Y se produjo el gran barullo nacional. Como entre los ladrilleros de la Torre de Babel. No queremos ni mucho menos hacer llegar a los presuntos lectores una idea de la mujer escasamente válida para ministra, para subsecretaria, para directora general y hasta para alcaldesa, pero se me ocurre aconsejar que antes de formar gobiernos, diputaciones o alcaldías se imponga la obligación de pasar un examen, al menos tan riguroso como el que debiera hacerse con los varones, no más eficiente ni eficaces ni justos ni generosos que las señoras.

Me atrevo a sugerir esta solución no por otra cosa sino por lo de la igualdad de la que se habla casi tanto como de la gripe: ¡Y ustedes perdonen!...

Nota: Fallecido el pasado día 27 de junio a los 102 años de edad, Victoriano Crémer había adelantado, según su costumbre, una serie de artículos que el Diario de León, interpretando que cumple la voluntad del autor, publica bajo el epígrafe El legado y la referencia numérica de cada uno de ellos.

Cargando contenidos...