Diario de León
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Tribuna | MANUEL ALONSO PÉREZ

maestro de 1a enseñanza jubilado

En algo debo de parecerme a él, pues aunque no soy santo ni me llamo Jerónimo, sí me paso la vida clamando en el desierto, sin que nadie me haga ni puñetero caso. En estos últimos años, he escrito decenas de cartas y Tribunas, en la prensa local, criticando muchas irregularidades urbanas, procurando fueran de forma constructiva, para que «alguien» de los señores que habíamos votado en las urnas electorales lo tuviese en cuenta y pusiese el mejor interés posible para resolver la problemática de los casos que se iban sucediendo. Llegué a pensar que si no se me hacía caso, era porque quizá mis denuncias fuesen sobre asuntos minoritarios y de poco interés. Pero no. Pronto o tarde había ciudadanos que coincidían en casi todo conmigo, pero seguía la casa sin barrer. Pues yo, ¡sigo insistiendo!. Me acuerdo de joven, que las chicas me solían dar calabazas al principio, pues ni soy alto ni tengo buena percha, pero tenía chispa simpática y, a base de insistir solía conquistar a más de una. Por tanto voy a seguir rogando y con el mazo dando, a ver si algún mecenas de los organismos provinciales y locales echa una mano a mis peticiones, que no son particulares, sino para el bien de la ciudad. Algo se ha hecho. La estatua de don Pelayo estuvo muchos años sin cabeza y luego desapareció entera. Lo denuncié varias veces. Al fin Valentín Yugueros hizo su reproducción. La «Negrilla», tras su atropello, estuvo tiempo sin reponerse. El otro día se inauguró una nueva no sé si pagando a Amancio o no. La estatua viviente del señor barbudo que está siempre sentado en san Marcelo, apareció un día con traje nuevo y más pulcro. Lo peor del caso es que poco a durado su limpieza, pues ya está más sucio y roto que antes.

El arreglo de las losas de la calle Ancha es de pena. Se han repuesto más de veinte veces en pocos años pero como se siguen poniendo losas de chocolate y mas colocadas, no duran nada. Las de la calle Domínguez Berrueta, como son mejores y están bien puestas, no dan problemas.

Si se puede hacer en bronce una estatua enorme como la «Negrilla», que lo veo bien, no entiendo porqué no se repone el precioso jarrón que remataba la fuente de Carlos III en san Marcelo, (que he denunciado tantas veces). La casa de los Fierro o de «los gatos». por fin se restauró gracias a la Cámara de Comercio, aunque perdió muchos bellos elementos de origen. En frente de ella hay una casa que fue muy bella y que no se ha demolido porque se pensó restaurar, pero ya es tarde porque está en ruinas.

Va a pasar lo mismo con las dos hermosas casas neomo/árabes de las calles san Agustín y Alcázar de Toledo que se van a caer de un momento a otro por abandono de no sé quien.

De los guardias municipales, sólo puedo decir que los veo muy diligentes para poner multas. Pobre del que deje el coche cinco minutos mal aparcado. Una multa adornará su parabrisas cuando regrese del «cajero automático» y si se ha retrasado algo porque había «cola» tendrá que ir a buscarlo al parque municipal donde se lo llevó la grúa. Más cuando hay conflictos nocturnos, robos, gamberradas vandálicas gente necesitada de protección por allí no aparece nadie como no sea el Ángel de la Guarda. Disponemos de calles oscuras, (sea Navidad o no), de Barrios aislados, de autobuses eléctricos que van siempre vacíos, de mendicidad incontrolada, de caos circulatorio y de obras urbanas que se sabe cuando empiezan pero nunca cuando acaban, como las de las casitas emblemáticas vecinas a la iglesia de san Pedro de los Huertos. Pero sigue habiendo proyectos inmediatos y faraónicos, como soterramientos de vías, supresión del paso a nivel de la carretera de Zamora, lo que se quiere hacer en la a/ucarera «santa Elvira», en el cuartel de Almansa, en los hospitales, los parques naturales, el tranvía, cambio de la Estación de la RENFE

Supongo que mi nieto de tres años y mi nieta de nueve meses vean estas obras concluidas antes de que se conviertan en abuelos también. Para esa época habrá otras obras interminables en proyecto como llevar las «moscas» y el dios liólo del escultor Arroyo a adornar el Monte san Isidro, convertir el Seminario Menor de la carretera Asturias en una casa de acogida para maridos maltratados o. tras cerrarse definitivamente la fábrica de Antibióticos, hacer en sus instalaciones una central nuclear.

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