Diario de León
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En el filo | Francisco Muro de íscar

La investigación abierta por el Hospital Gregorio Marañon de Madrid y por la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid y la acción de la Justicia deberán delimitar las responsabilidades profesionales y penales del terrible caso de la muerte del bebé Ryan. Desgraciadamente, nadie podrá ya devolver la vida a su madre Dalilah ni la suya. Pero sí debemos saber qué es lo que pasó realmente, las causas de un error médico sin paliativos y tratar de actuar en justicia. Por otra parte, hay que resaltar la actuación del hospital al reconocer e informar con celeridad y precisión.

Dicho eso, hay que trascender del caso para no poner en duda la calidad de los servicios sanitarios españoles que están muy por encima de la media. Y lo mismo debemos decir de los profesionales. España cuenta con médicos y enfermeros a la altura de los mejores del mundo. Prueba de ellos son las continuas ofertas de numerosos países para llevarse a los que se han formado en nuestras Universidades y hospitales. Son profesionales excelentes que, en su inmensa mayoría, tienen una dedicación por encima de lo que exigiría el sueldo que cobran, y que actúan con comportamientos profesionales, éticos y deontológicos absolutamente correctos. Otra cosa es la masificación de los hospitales y de las urgencias -a las que acudimos todos muchas veces sin urgencia real-, el elevado coste de mantener todos estos servicios y la tendencia de muchos gestores políticos o económicos a tratar de reducir los gastos a costa de «optimizar» los recursos. Cada vez que escucho esa palabra me echo a temblar, porque casi siempre esconde una trampa: se trata de reducir servicios, tiempo o calidad, no de mejorar procedimientos de actuación o de compra.

Aunque está creciendo en España el número de demandas por supuestos errores médicos -”algunos hablan de que se han multiplicado por cuatro en los últimos diez años, aunque apenas han variado las condenas judiciales a médicos-”, las cifras siguen siendo muy bajas y nada comparables a las de otros países. Y no es porque la justicia sea lenta o porque aquí -afortunadamente- los abogados no estén repartiendo tarjetas a las puertas de los hospitales, como sucede en Estados Unidos. Tampoco es bueno que se judicialice la sanidad porque ello hará que aumente la práctica de la «medicina defensiva» por parte del médico para evitar posteriores reclamaciones.

No se puede estigmatizar a los profesionales sanitarios ni a la sanidad pública o privada. Unos y otras son de primer nivel. Con nuestros impuestos pagamos la formación de los profesionales y el mantenimiento de sus servicios. Debemos estar orgullosos de lo que recibimos a cambio, aunque haya que mejorar permanentemente. A pesar de errores inexplicables como el que ha costado la vida al pequeño Ryan y del terrible dolor de una familia marcada por la tragedia. Justicia para ellos, pero también para unos buenos profesionales y una buena sanidad pública. Si la queremos mejor y gratuita, habrá que poner más dinero, es decir, más impuestos.

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