el legado (14) | victoriano crémer
Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía
Le sucedía, a lo que se deduce de los capítulos de la Historia de León, antiguo y señorial: Y lo que por cierto nos sucedía a los que habitábamos el enclave entre franciscano y gitano. Tampoco disponíamos de tranvía. Ni de tren. Ni de taxis. El barrio universal de La Corredera a lo sumo disponía de los caballos del Tomasón y de la Familia de los De Celis, uno de cuyos miembros era cojo y hacía la ronda de control de las tierras de labranza, montado a caballo. Como en México, pero a pelo. Las buenas gentes, incluidos la gente calé, se lamentaba de que un poblado de tantísima biografía no dispusiera de un cómodo sistema para cubrir la etapa de la Casa de la Clara y la Diputación Provincial, por aquello entonces servida desde la presidencia por Norzagaray, el del gallo de Miguel... Y de tal manera los «correderos» nos habíamos hecho a la infantería como signo y uso del común de vecinos que todo lo que hacíamos o teníamos que hacer lo cumplíamos andando. De los Capuchinos a la Catedral había su medio kilómetro, distancia no prevista en los anales. Existían sí, cochecillos de alquiler y aún coches para el transporte humano a la Estación de ferrocarril. Con el tiempo y el cambio de clima universitario la Ciudad comenzó a poblarse de vehículos particulares, como el automóvil de Miaja y el de Laurín. Y los leoneses, peatones por naturaleza y vocación, fueron aclimatándose a los medios de transporte. Algo de lo que sucede en este tiempo borrascoso de desaceleración, durante el cual se teme muy fundadamente que muy bien pudiéramos quedar estancados para los siglos de los siglos. Y el muy ilustre y complicado Municipio, que acaba de enviarnos un documento en el cual se acredita la vocación creadora de sus miembros (no todos, por cierto), y por el dicho mensaje de la Municipalidad se nos sugiere una relación numerosa de proyectos, mediante suya realización puede darnos una Ciudad y hasta una Provincia, larga, tendida y amiga del transporte público... Y en alguno de sus ratos creadores pensó en montar un tinglado móvil en forma de tranvía. Y a cuenta del sí o del no de la sabia iniciativa, se encresparon las ideas del Pleno y como aparecieron los economistas y descubrieron que para poner en ruta un coche propio en casa, podría valer la invención del Tranvía, lo hicieron público y lo pasaron por el Pleno. Y éste quedó enterado que el artificio rodante le costaría al Municipio unos catorce millones de euros y que dado que el Ayuntamiento de León hace milenios que no dispone de un duro o de un maravedí, se alzó en armas declarando la guerra al tranvía, asegurando que la prioridad de nuestros gobernantes no puede estribar en el negocio, sí el negocio del tranvía, cuando estamos a punto y coma de solicitar la puesta en línea de nuevos impuestos para salir de apuros. Y se ha impuesto la pregunta del millón: «¿Un tranvía para qué?». Nota: Fallecido el pasado día 27 de junio a los 102 años de edad, Victoriano Crémer había adelantado, según su costumbre, una serie de artículos que el Diario de León, interpretando que cumple la voluntad del autor, publica bajo el epígrafe El legado y la referencia numérica de cada uno de ellos.