El reparto
El rincón | manuel alcántara
T ambién cuando se produjo la distribución de los restos del odiado tirano Bandera, hubo provincias agraciadas. Nunca la equidad es posible, pero menos cuando no era ese su propósito. El debate sobre la financiación autonómica no es que se haya complicado: es que lo era desde su nacimiento. El nuevo modelo no le sienta bien a todas las regiones, ya que hay algunas que como decía aquel sastre, anterior al que viste al señor Camps, «hay quien no tiene cuerpo para chaleco». Reconoció Azorín que España es «varia», lo que no deja de ser una forma educada de decir que a pesar de ser un país de distancias íntimas, sus habitantes no tenemos mucho que ver unos con otros. Los puntos oscuros del nuevo modelo están llevando a algunos a verlo todo negro. Se dice que el sistema castiga a las autonomías con menor carga impositiva y que el reparto está calculado con datos de 2007, cuando creíamos que éramos ricos y la economía crecía al 3 por ciento. «No hay herencia sin desavenencia», dice nuestro terrible refranero. ¿Cómo iba a ser bien acogido el reparto en un momento como éste, cuando hay tan poco que repartir? Para buscar una buena noticia hay que esperar a que la Dirección General de Tráfico nos comunique que ha descendido el número de muertos en carretera, que está íntimamente ligado con el número de coches que se venden. Vivimos lo que Raúl del Pozo llama «el cantonalismo de pesebre».
No se habla más que de dinero y ya se sabe que es de pésima educación criticar a un ausente. Después de haberlo tirado a manos llenas nos hemos quedado con las manos vacías y el Banco de España rebaja al 50 por ciento el coste de morosidad para bancos y cajas. Muchos españoles están en pelota y otros visten frac y los persiguen para cobrarles por las bocacalles. Suerte para todos.