Diario de León

el legado (17) | victoriano crémer

En Flandes sigue poniéndose el sol

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VICTORIANO CRÉMER
León

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El legado (17)

Una de las lecturas que más influyeron en mi condición de lector de aventuras fue la de la obra de Eduardo Marquina, En Flandes se ha puesto el sol , más que por la obra teatral en sí, por lo que tenía de exaltación de los famosos Tercios de Flandes, mediante cuyo ardor guerrero la España de los Reyes germano-hispánicos, se hicieron con más del medio mundo en el cual no acababa de ponerse el sol. Desde esas lecturas apasionadas, la figura del Duque de Alba me pareció siempre absolutamente heroica y digna de la veneración de los alumnos del Colegio.

Por lo que a mí tocaba todavía me dura la profunda emoción de cuando me fue dado conocer personalmente al autor de aquel texto glorioso, Marquina, poeta y recitador que conseguía conmover a las damas y endurecer el gesto de los caballeros. Y estas lecturas se convirtieron en vasallaje del titular del Ducado, fuera este un Irujo o un intelectual jesuita que dejara a un lado los libros para entregarse al estudio y admiración personal de la representación de la Casa más brillante de toda la aristocracia Española, la actual señora Duquesa de Alba, de la que tantísimo se habla, se murmura y se envidia.

Yo, confieso, en honor a la verdad, no he tenido el honor de conocer a la Duquesa si no es mediante las figuraciones y anecdotarios de la Televisión, que es el abrevadero nacional en el cual vamos a mitigar la sed de notoriedad los españolitos que no hemos conseguido asomarnos a tan relevante personaje. Y ha sucedido, o al menos se habló demasiado en su tiempo y a su hora por todos los relojes peninsulares, que esta nuestra Duquesa de Alba que tenemos todavía, se enamoriscó o algo parecido de un galán que a rica miel se acercaba, ofreciéndose a la ya madurita señora para cubrir los silencios de un corazón todavía en situación de amar. El compañero que vendría a cubrir el espacio que dejara vacío el muy ilustre señor don Jesús Aguirre, de nombre destitulado de Alfonso Díez, se entregó a cumplir con su vocación de amador que fuera antes de su esposo Don Jesús. Y lo hizo tan cumplidamente que aquel idilio tomó cartas de naturaleza entre los posibles flirteos de los Alba. Y se abrieron todas las alarmas y se le puso cerco al amante de doña Cayetana y todo terminó ¡ay! con que el lazo dramáticamente enhebrado se rompió y el presunto compromiso entre Doña Cayetana y Don Alfonso se hundió en el mar de los sargazos. Y a mí, señoras y señores que me estarán leyendo, a mí me causó pena, mucha pena, no ya el desamparo en el cual quedó Don Alfonso al ser repudiado o licenciado, sino pena, penita, pena de Doña Cayetana. ¿Qué puede ser de ella, la infeliz, sin acompañante generoso y sin la más remota posibilidad de heredar algo del ducado de los Alba? me vino a la memoria histórica el consejo de mi madre, cuando, abandonando la aguja de sus labores, me decía depositando un beso sobre mi mejilla: «Y esto es, hijo mío, para que nunca te dejes seducir por ninguna duquesa!...». Y así lo he realizado. Ni duquesas, ni marquesas, ni condesas, acabé por enamorarme de una chica de Laguna de Negrillos...

Nota: Fallecido el pasado día 27 de junio a los 102 años de edad, Victoriano Crémer había adelantado, según su costumbre, una serie de artículos que el Diario de León, interpretando que cumple la voluntad del autor, publica bajo el epígrafe El legado y la referencia numérica de cada uno de ellos.

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