Diario de León
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En el filo | andrés aberasturi

Dos recientes sucesos, repugnan, una vez mas, a la razón y al sentimiento; en un plazo de horas una cría de 13 fue presuntamente violada por nada menos que seis menores y un joven de 22 años a plena luz del día. Unas horas después, otra niña de la misma edad y con una discapacidad psíquica, sufrió las mismas agresiones por parte de siete menores. Ante esta gravísima situación, Rajoy va a pedir en el Congreso una reunión a la vuelta del verano para estudiar y reformar en su caso la Ley del Menor. No va a tener ningún éxito porque siempre, dos argumentos, se enfrentan y triunfan a este tipo de iniciativas: el primero sostiene que no es prudente legislar «en caliente» y el segundo, que llenar las cárceles con menores no sólo no es la solución sino que agravaría aun más el problema. Que se lo digan a los padres de las niñas. Y que me lo digan a mí que no termino de entender estas contradicciones del sistema. Pero el Gobierno lo tiene claro: ningún hecho concreto va a cambiar la legislación. Entonces ¿qué es necesario para estudiar un cambio? Porque es cierto que estas dos historias trágicas se han sucedido casi la una a la otra y han despertado, otra vez, la conciencia social. Pero no son hechos aislados, hay una larga historia en estos últimos tiempos con demasiados «hechos concretos», tantos, que ya empiezan a convertirse en hechos a secas, sin calificativos, sin aislamiento.

Estoy de acuerdo en que no se puede legislar en caliente, pero habrá que convenir que algo no funciona, y por tanto debe cambiar, cuando presuntos violadores confesos, después de destrozar la vida de una cría se van a su casa a ver la tele o hablar por el móvil como si nada porque son menores de catorce años. Algo no debe funcionar cuando un asesino juzgado y sentenciado a 4 años por ser menor de 18, afirma tranquilamente que lo de los cuatro años es un «problemilla». Y sale y se le vuelve a detener esta vez por robo. Algo debe pasar cuando se cuelgan en internet toda clase de palizas y vejaciones con una impunidad que debería avergonzarnos a todos.

Y si antes hablaba de las contradicciones del sistema es porque resulta pintoresco que los mismos que defienden que la cárcel tiene un único fin que es el rehabilitar, afirmen que mandar a la cárcel a u menor de 18 años lo único que haría sería estropearlo aun más. ¿En qué quedamos? Falla la teoría claro, y tal y como están y son nuestros centros penitenciarios, la rehabilitación es pura retórica en algunos casos imposible.

No, claro que no se trata de meter en la cárcel a menores y es fácil entender que el legislador tiene que poner límites y no podemos ir rebajando cada vez más la edad penal. Pero sí se puede crear un margen de libertad para que el juez, asesorado por forenses, tenga una cierta capacidad de maniobra según sea el delito y el delincuente. Sí puede replantearse que hoy por hoy menores de catorce años son responsables de muchas cosas y habrá que diseñar algún tipo de institución en la que pagar su delito. Se podría incluso mirar las legislaciones que nos rodean de países muy democráticos donde los «problemillas» a menores de dieciocho años son bastante más serios y duros que los nuestros.

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