Diario de León
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La veleta | Francisco Muro de Íscar

R eformamos la Ley del menor o actuamos sobre otras cosas? ¿Y si la reformamos hoy y mañana suceden algunos casos más como los de Sevilla, Isla Cristina, Huelva, etcétera, la volvemos a reformar para endurecerla? ¿La reformamos ya hoy mismo o podemos reflexionar sobre lo que está pasando? ¿Endurecer la ley garantiza que un menor no cometa determinadas acciones o, por el contrario, un menor de 13 años ni se plantea lo que le puede pasar cuando decide hacer una animalada? ¿Encarcelamos a los menores, a sus padres o a unos y otros?

El problema, siento discrepar de la mayoría, no es la ley, por mucho que haya que mejorarla. El problema es la tribu. Lo decía, otra vez con acierto, José Antonio Marina. Educa la tribu: la familia, los profesores, los amigos, los medios de comunicación, las lecturas -o la falta de lecturas-, internet, los videojuegos. El problema no es la ley sino la dejación de responsabilidad que la mayoría de las familias ha hecho respecto a sus hijos. Más vale que hagan lo que quieran antes de tener un conflicto. El problema no es la ley sino la cantidad de ocasiones que no hemos puesto límites a nuestros hijos y hemos dejado de exigirles valores y comportamientos. No podemos exigir que la ley castigue lo que nosotros no hemos sabido enseñar.

El problema no es la ley sino el fracaso de un sistema educativo que no cumple ni por asomo sus objetivos y la falta de valores de una sociedad y de unos mayores que han puesto sus fines no en la fraternidad ni en el bien común ni en el esfuerzo ni en la solidaridad sino en el hedonismo y en el placer cuanto antes y a costa de lo que sea. Nada es gratis y no es igual una educación que otra.

El problema no es de la ley sino, entre otras muchas cosas, de la violencia y de la banalización de la sexualidad, que está en la calle, en la televisión, en el cine, en los videojuegos. Todo eso -la sexualidad, la televisión, el cine, los videojuegos, internet- es bueno si son espacios de libertad y de aprendizaje orientado, educado. El problema es cómo se aprende a utilizarlo y cómo se controla por los padres y por los educadores.

El problema es de tantas madres o padres que prefieren dar un preservativo a sus hijas o hijos -son liberales, modernos, progresistas-, para evitar un problema, que afrontarlo y decir que «aún no toca». Es más difícil, pero imprescindible. A los 13 años no se está preparado/a para mantener relaciones sexuales, pero muchos niños y niñas han practicado sexo. Una sexualidad sin amor es una sexualidad incompleta. Y algunos se están quedando en el sexo virtual que es igual de negativo para la formación de los niños y adolescentes.

El problema no es de la ley. El problema es nuestro. Es un problema de valores y de límites. Como personas, como familia y como sociedad. Y los agresores no son de otro planeta ni de familias desestructuradas. Son como nuestros hijos. Podrían haber sido ellos. Las víctimas y los agresores.

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