Diario de León
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El rincón | manuel alcántara

Si la gripe A no defrauda y cumple lo que se espera de ella, se reducirá el número de compatriotas. Dispuestos a salvar el mayor contingente, hay que elegir, como en los naufragios: primero los niños, las embarazadas, los enfermos crónicos y los enfermeros, que siempre están allí antes que los enfermos. Curiosamente, el personal sanitario es lo último que vemos antes de adquirir una enfermedad mortal. Quiere decirse que la postrera imagen que guardan los que se mueren es la de un amable desconocido y parece bastante adecuado otorgarle trato preferencial a este abnegado gremio. Puestos a establecer preferencias, la Sanidad Pública, que no atraviesa su mejor momento, ha sido agraciada como casi siempre, esperamos lo peor, que es una buena fórmula para evitar decepciones. Además del personal sanitario, en el trato preferencial se han incluido a los bomberos, a los funcionarios de prisiones, a los conductores de transportes públicos y a los policías. ¿Qué sería de ellos si no hubiera pirómanos, ni gente que tuviese que acudir puntualmente a su trabajo, ni delincuentes? Debemos cuidar la salud de quienes apagan el fuego, de quienes detienen a los que lo provocan y de quienes nos movemos sin ton ni son por las calles, además de cumplir con nuestras puntuales obligaciones laborales. Nadie debe quejarse de estas prioridades y en el caso de hacerlo, debe darse prisa. La última cifra oficial de casos de gripe A en España arroja 1.800 casos confirmados. Para evitar que el guarismo siga creciendo hay que vacunarse, pero lo malo de la vacunas es que les pasa lo mismo que a las cigalas: que no hay para todos. Las personas de cierta edad, que somos las que tenemos la certidumbre de nuestro final, no hemos sido seleccionadas. Ya estamos vacunadas de espanto y nos asustamos menos.

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