Diario de León
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Panorama | fernando jáuregui

Al fin dimitió. O lo cesaron, que versiones hay para todos los gustos. Una buena noticia para Rajoy. Y para el Partido Popular. Y para la marcha de la democracia en un país que no debe tolerar ni zonas de sombras ni sospechas de que se está practicando cualquier tipo de chantaje, de ley de «omertà»: «yo no hablo si tú no actúas contra mí». Cuando redacto estas líneas, desconozco la intrahistoria, menuda movida ha debido de haber. Pero he comprobado la alegría de algunos dirigentes del Partido Popular ante la marcha del tesorero Luis Bárcenas, que venía representando el sometimiento de Rajoy a un pasado quizá impresentable de su partido, un pasado sospechoso que sin duda era desconocido para el mismo presidente de los populares, aunque acaso sí fuese intuido.

Se fue, en todo caso, Luis Bárcenas, seguramente empujado, probablemente temiendo lo que le viene encima en los tribunales. Lo averiguaremos en las próximas horas. Y todas las filtraciones originadas en el propio Bárcenas acerca de sus conocimientos de eventuales trapos sucios en su partido se han quedado en nada, parece. Puede que algunos veteranos dirigentes puedan ahora respirar tranquilos: yo estoy seguro de que ni a Rajoy ni a sus actuales lugartenientes les iba demasiado en el envite, más allá del desprestigio que significaba no haber sido capaces de echar al tesorero, cuya presunción de inocencia hay que seguir defendiendo, aunque cada día sea más difícil.

Lo mejor es que la honorabilidad de la clase política ha dado, creo, un paso adelante. Bárcenas ya no es un obstáculo para que Rajoy pueda seguir haciendo oposición; ya no tendrá que esconderse de los micrófonos, el veraneo no será para él una pesadilla, pendiente de cuándo saldrá en los periódicos la próxima cinta comprometedora. Pienso que no es demasiado tarde, que, al menos, Bárcenas se ha ido.

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