Diario de León

Cambio climático: ¿Qué dice el primo de ZP?

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Tribuna | VICENTE PALACIO

Subdirector del Observatorio de Política Exterior Española (Opex) de la Fundación AlternativaS

Mucha lluvia ácida ha caído sobre la política española desde que Mariano Rajoy citara a un primo suyo, catedrático de Física, para negar la evidencia científica del cambio climático. Aquel episodio al menos tuvo la virtud de despertar a la opinión pública a esta cuestión, y desde entonces el debate ha ido aumentando de temperatura, mucho más allá de los dos grados que el denostado G-8 (las ocho naciones más ricas del mundo) acaba de fijar como límite para evitar una catástrofe planetaria. Por fin, ahora todos son ecologistas. Desde los informes del prestigioso Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático hasta los programas electorales del PSOE y el PP en las últimas elecciones al Parlamento europeo hay una coincidencia en la necesidad de un cambio de modelo. Sin embargo, vemos cómo un debate sobre algo que es ya una cuestión de Estado se contamina aquí también de ideología y oportunismo político.

Ya tenemos a las dos Españas enfrentadas en la cuestión más directamente ligada al cambio climático: la energía. En general, el centro-izquierda parece escorarse hacia la «economía sostenible» basada en las energías renovables, con un discurso antinuclear. El centro-derecha, realista y pragmático, apuesta por la «seguridad energética nacional» y «la apertura de un debate sobre energía nuclear». La división se ha puesto de manifiesto con motivo de la reciente decisión del Gobierno de prorrogar la vida de la central nuclear de Garoña hasta 2013. Y no hay que descartar una guerra de la sostenibilidad entre comunidades autónomas; las regiones más urbanizadas y pobladas contaminan más que las otras: Madrid 3 y 4 veces más que Cataluña y Euskadi, respectivamente; unos partidos nacionalistas quieren centrales y otros no, etcétera.

La lucha contra el cambio climático tiene que ver con el paso de un modelo energético basado en el carbono a otro basado en energías renovables. Son dos cartas que hay que jugar simultáneamente para lograr un equilibrio entre seguridad energética y preservación del medio, sin cometer errores de precipitación. Ciertamente, a largo plazo no hay alternativa a las energías alternativas. Pero, ¿qué pasa en el corto plazo? A día de hoy, estas energías ni son tan limpias (también generan residuos) ni garantizan por sí solas el suministro energético.

España afronta el doble reto de reducir tanto sus emisiones de gases invernadero, que nos sitúan en el ranking a la cola de la UE en el cumplimiento del Protocolo de Kyoto, como su vulnerabilidad energética. Y no sabemos bien quién pueda ser el primo asesor de nuestro presidente. Más bien, parece como si tuviera muchos. La apuesta de Zapatero por las renovables es más que correcta; pero para desactivar el escepticismo, necesita ser bien explicada e ir acompañada de políticas que produzcan resultados en la economía nacional y también fuera.

Podemos empezar por casa, aplicando fórmulas más imaginativas.

En España los ayuntamientos se están gastando el dinero en abrir y cerrar zanjas. Pero se echa en falta mayor determinación en aplicar un enfoque de cambio climático en dos ámbitos clave de nuestra economía, como son el turismo (un Plan Renove insuficiente) y el transporte sostenibles. Hasta el momento, no se está aprovechando lo suficiente la oportunidad para innovar y avanzar en el crecimiento y la competitividad.

En el ámbito exterior, el próximo diciembre nos jugamos mucho en la cumbre del clima de Naciones Unidas en Copenhague. Allí se pondrá a prueba el compromiso de reducción de emisiones europeas del 20% para 2020 en relación a 1990, que será del 30% si se alcanza un acuerdo multilateral. La presidencia española de la Unión Europea en el primer semestre de 2010 va a colocar a España en el centro de las miradas, y por eso tenemos la obligación de liderar compromisos en esta materia. Estamos reaccionando, y nuestro país ha prometido su participación en varios fondos internacionales para la adquisición de CO2, comprometiendo más de 300 millones de euros. Un elemento clave aquí es la transferencia de tecnologías limpias a los países menos desarrollados, algo que deberíamos defender como un bien público global.

Por otro lado, nuestra vulnerabilidad aconseja poner todo el capital político en la coordinación a nivel europeo del mix energético, con mecanismos de solidaridad. Los países europeos son muy dependientes de terceros (Rusia, Libia, Argelia) o unos de otros (por ejemplo, España de Francia, para la producción eléctrica). Para nosotros, pues, es clave trabajar en el desarrollo de las interconexiones, especialmente con territorio galo, así como liderar la generación masiva de electricidad renovable en el Mediterráneo.

Miremos a EE.UU. Obama ha reaccionado enseguida a la crisis lanzando un plan espectacular de salvamento verde, a imagen, nos dicen, de la apuesta española. Pero allí cuentan con al menos dos ventajas: tienen una capacidad de inversión mucho mayor, y el debate no se ha planteado en términos de «nuclear sí o no». Sea quien sea el primo de ZP, en cuestiones tan serias debería huir de la corrección política, tanto como de la ideología. Ambas son muy perjudiciales para el medio ambiente.

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