Diario de León
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La veleta | félix madero

Las palabras no matan. Nos encienden y animan a vivir cuando no equivocan, cuando dicen lo que queremos nombrar. Mientras me desplazo del Mediterráneo a la meseta manchega escucho en Punto Radio un interesante debate en el que los oyentes se quejan por la cobertura informativa -la propaganda, vamos-, que los medios damos a ETA cuando hay un atentado. Es un debate permanente en mi profesión, ¿qué hacer cuando el terrorismo actúa? Contar lo justo, dicen algunos. Pero, ¿qué es lo justo, qué lo oportuno, qué lo necesario?

Cuando ETA levanta su zarpa para recordarnos su existencia, los medios no tenemos más obligación que contar la verdad. Y contarla bien. Se equivocan los que creen que damos cobertura a un puñado de terroristas porque hablamos de ellos. La cobertura es ignorarlos, no decir quiénes son, no desenmascararlos. La cobertura es no denunciar, no escribir, no fotografiar la huella de quienes buscaban una matanza en Burgos. La cobertura es ignorar un atentado que se podía haber llevado por delante a 41 niños o atenuar la gravedad del asesinato alevoso y cobarde de los dos guardias civiles de Palmanova.

He leído algunos artículos en los que se utilizan gruesas palabras. Me dejan igual. Ante el atentado -¿fallido?-, me basta el relato. El relato los delata. Las palabras los definen. Las fotografías los sitúan en el pasado. Las declaraciones de los políticos son siempre las mismas. Y esas sí se las podían ahorrar porque a ETA le importan lo mismo que los insultos: nada. Rubalcaba les llama salvajes y enloquecidos. Insisto: nada. La radio, este periódico y otros tienen la obligación de contar las cosas como son, o como creen que son. Y es ese trabajo el que resulta útil y complementario a la lucha antiterrorista. Quiero imaginar esta escena. Un joven se debate entre entrar o no en ETA.

Está confundido, pero cree que hay una patria vasca que hay que defender e independizar. Toma un café en un bar y, aunque no lee periódicos, ayer se encontró sobre la barra uno, por ejemplo éste que usted lee ahora mismo. Mientras deshace el azucarillo en el café lee que sus amigos, los valientes luchadores contra el Estado opresor y fascista, han estado a punto de matar a 41 niños. Quiero pensar que nota cómo se le hiela el café. Que no puede seguir leyendo. Que no quiere mirar las fotografías. Quiero pensar que alguien en su familia, uno sólo, un día le explicaría qué eran la decencia, el valor, la dignidad. Quiero y necesito pensar que las pocas palabras leídas en el periódico se han incrustado en su memoria para siempre. Hiciera lo que hiciera le van a acompañar siempre: 41 niños.

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