Diario de León

Benazolve: fiesta, historia y fantasía

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León

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Tribuna | José Luis Gavilanes Laso

ESCRITOR

En Benazolve no hay tren, ni proyecto de tranvía (como quieren en León los chicos de la alcaldía), ni pregón, ni filandón, ni tonto al rayar el día, ni matrona cuando al niño la cigüeña lo traía, con hogaza bajo el pico o con la bolsa vacía, ni trillos, ni segadores, bueyes ni caballería, ni grano que almacenar en sobrado, cuando había, ni quintos que sortear cual bolas de lotería, ni rueca de buen tejer, ni el figón, ni la herrería, ni tolva para moler, ni nieva como solía... Como plumas en las aves, mudan los tiempos, los días, y también las voluntades, aunque, por desgracia, no, violencias y fechorías entre los pobres mortales.

Allá, por el siglo X, en el tiempo de Almanzor, llegó aquí la morería, destruyendo por doquier y haciendo enorme sangría, con fiereza, intrepidez, alfanje y algarabía, dando a Benazolve nombre, que es mora etimología. Su sentido corresponde a la dureza del hombre que en estos campos vivía, en perfecta analogía con lo recio de la tierra: dura, escarpada, bravía, plena de arcilla y de piedra. Y dicen que hasta un harén en esta aldea existía, aunque no se sabe bien, donde el sultán lo tenía, con moras a tutiplén, que previa a su madurez el moro las digería con lujuriosa avidez, al compás de los rabeles, dulzainas y chirimías y aporreos de tambor después de mil correrías por la ribera de Ardón y otra villa, al mediodía, que por su mucho dolor, llamaron Villaquejida.

Hubo judíos también, aunque muy pocas judías, porque insaciables las hambres por las plagas y sequías, a falta de otros manjares las gentes se las comían. Repuesta la clerecía, advino de sopetón una peste muy extendida, que era cólera de Dios por pecado en demasía. A modo de exculpación, como el hambre persistía, sin otra degustación, el pueblo santas comía: Margaritas, Azucenas, Martas, Dulces, Rosalías y en especial Magdalenas cocidas en la abadía, junto al Esla, por Ardón; y de tal forma engullían que ver era bendición cómo se satisfacían. Según, pues, la tradición, las magdalenas, judías y moras principalmente, por antaño y todavía, son el plato preferente, tanto a las gentes de aquí como en aldeas vecinas.

En tiempos de evacuación, porque el faquir exigía que Ala fuese sólo el dios a quien rendir pleitesía, del sur, desde Andalucía, a Benazolve llegó gente de mozarabía, con mozas a mogollón, que mozos pocos venían, por causa de la invasión que el Califato sufría. Pero sabiendo en León que en Benazolve existían doncellas del mal de amor, acudieron más de cien leoneses sin hidalguía, y en menos de un santiamén se las llevaron un día, trayendo en sustitución las que en León no servían, al estar ya licenciadas de ejercer la putería, en las rúas, por las eras o en casas de mancebía.

No hay aquí grandes corrientes, ni pantano de importancia, pero hay agua excelente que mana con abundancia, y desde Oriente, Occidente (y hasta d icen que de Francia) a recogerla aquí vienen sin importar la distancia. Tampoco hay campo de golf, ocio de la burguesía, ni urbanismo alrededor, negocio de plusvalía. Pero al saber que aquí había musulmana tradición, vino de la morería un libanés de ambición, pues del Líbano venía, y, si nada construyó, sí agrandó su economía, por comprar la tierra a dos lo que mucho más valía, ¡a Yunes castigue Dios, o Alá por tal fechoría!

Hay prados para pacer y cuevas con gran frescura para yantar y beber cuando la calor apura, y muchos días de sol y también buena sombría, y un arroyo retozón moderado en las crecidas, que nunca pierde el rumor de sus aguas cristalinas, incluso por la Asunción en años de gran sequía. Mas, no ha querido el Señor darle berros ni pamplinas, ni peces he visto yo, sólo ranas en la arena, dándole coro al rumor con sus cantos de sirena, cuando invitan al amor en noches de luna llena.

Hay templo para rezar y liberar el pecado, mayoritariamente venial, y un sacerdote importado viniendo para ejercer oficio dominical u otro sagrado quehacer para ser administrado con licencia episcopal. De descanso y de reunión y ejerciendo como bar, tiene la aldea un local denominado El Peñón, que, si bien, no baña el mar, cual Gomera o Gibraltar, tiene juego y diversión para solaz expansión después del duro bregar. Y si no hay satisfacción, se parte a Villalobar, amada con devoción por ser villa fraternal. O a Valdevimbre, mejor, pues en la cueva de un cura dan vino con comunión, buen servicio sin usura, y si en la degustación sobrepasas en hartura y falleces de atracón, es gratis la sepultura y gastos de inhumación.

No hay copioso vecindario, mas vense con lucidez algunos nonagenarios e incluso de más de cien. Ni edificio de valía, pero sí gente de bien, barrio de abajo y de arriba, pequeña ermita también y un escudo de hidalguía con flor de lis y lunel. Es el culto a Santa Marta, dulce hermana de María, cuyos atributos son la escoba y el cucharón, sujetando con cadenas la cabeza del dragón, la que a Benazolve da muy extendida nombradía, cuando a finales de julio se festeja cuatro días, con escabeche, con queso, vino, baile y alegría.

Y ya, como colofón, pues ya es hora de acabar, homenaje y oración por un hombre quiero dar, con todo mi corazón, vecino de este lugar. Siendo viudo y jornalero, con prole que alimentar, en Puente Castro mataron los que en civil guerra juzgaron quién debía de vivir o había que fusilar. Dicen que ofendió a la Iglesia o agravió a la autoridad, infracciones que hoy en día son sólo de lamentar. Y si de cristianos vamos tan a menudo al altar, por amor de Dios, hermanos, debemos de perdonar. Si a los delitos de sangre no se debe muerte dar, menos son los de palabra la causa para matar. Han pasado ya los tiempos de ver, oír y callar. Quiera Dios s e hayan perdido, quiera Dios no vuelvan más. Sólo al final de los días, Él nos habrá de juzgar, con la gloria para siempre o la nada, nada más. Que el infierno ya es la vida, si a ella has venido a parar.

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