ETA altera el fin de curso político
Crónica semanal manuel campo vidal
Como ETA no sabe celebrar los aniv ersarios de otro modo, y como su diálogo se apoya más en los gatillos que en las palabras, los atentados de Mallorca han roto una dinámica de fin de curso político que podría resumirse así: ligera ventaja para el Partido Popular de un gol -un punto en la intención de voto- antes del descanso veraniego, pero voluntad de remontada del Partido Socialista a pesar del juego bronco de la patronal -boicot sin matices al acuerdo social- con constantes ocasiones de peligro favorecidas por la crisis económica.
En eso estábamos cuando reapareció ETA y planteó de nuevo un dilema eterno a los informadores más responsables: ¿Cómo informar del terrorismo sin favorecerlo?. El nuevo director general de la Televisión Vasca, Alberto Surio, habla de eso en la revista «Academia TV»: «Comparto con Iñaki Gabilondo ese dilema. Nunca se sabe si cierto tratamiento informativo sirve los intereses propagandísticos del terrorismo o lo contrario». Pero Surio tiene las cosas claras: «Estamos emplazados por el Parlamento Vasco a hacer una pedagogía activa por la paz». Nunca fue así, o al menos nunca con tanta decisión y valentía. Un punto de esperanza significativo. Hasta que las bombas estallaron, en Madrid el curso se iba cerrando con la repercusión del fracaso del diálogo social que Gobierno, sindicatos y numerosos empresarios deseaban culminar, en contra de la posición irreductible de Díaz-Ferrán, y con algunas comparecencias públicas de altura. Griñán y Montilla, presidentes de Andalucía y Cataluña, comunidades en las que vive la tercera parte de los ciudadanos de España, coincidieron en defender el modelo de financiación autonómica. «Cataluña abre el camino y otros que nos critican, porque la catalanofobia les resulta rentable, lo aceptan al final porque les favorece económicamente», planteó Montilla quien aprovechó para hacer alguna autocrítica. «Hemos hecho demasiado ruido y no siempre hemos sabido explicarnos bien».
Montilla insistió en que Cataluña ha sido un instrumento para atacar al Gobierno d e España y eso complica las cosas: «Algunos separadores de aquí (de Madrid) estropean más la relación Cataluña-España que los que allí tienen, legítimamente, el alejarse como proyecto». Pero tranquilizó el ambiente sin negar que ha habido tensiones entre socialistas a propósito de una negociación en la que, con los datos en la mano, Cataluña tenía razón, como dejó bien claro José Antonio Griñán unos días antes a quien quiso escucharle. Entretanto, entramos en un Agosto que para el Gobierno supondrá poco descanso, entre otras cosas además de lo imprevisible, porque para sacrificio en el altar de la imagen, a Zapatero no se le ha ocurrido otra cosa que convocar un Consejo de Ministros el 13 de Agosto. Vacaciones truncadas para altos cargos y escasa felicidad familiar después de un duro curso y en puertas de otro seguramente peor.
Por lo menos ya se puede adelantar que los datos del paro que se darán a conocer el próximo día cuatro son positivos. Un alivio. Y quizás los de Agosto todavía también porque las contrataciones abundan por el turismo. Pero los responsables de esta materia en el Gobierno temen lo que pueda pasar en Septiembre y en Octubre. «No es descartable para entonces una ola de despidos si no reaparecen signos de mejora en el panorama», aventura privadamente un alto cargo. Sin embargo hay sectores que marchan bien. «En el 2008 el sector agroalimentario creció casi un tres por ciento, se ganó dinero y nadie lo dice», admite Josep Pont de la empresa Borges. «Este verano hemos vendido maquinaria agrícola como siempre», manifiesta José Naval propietario de una empresa de reparaciones y suministros para el campo en Binéfar, en el Alto Aragón. Y así sucesivamente. Pero las noticias sobre la crisis se limitan a lo negativo, con pocas excepciones, y eso abona la crisis psicológica que refuerza la general, la real. Al igual que en la delicada materia de in formar sobre el terrorismo, no vendría mal una reflexión seria de los periodistas sobre el impacto de la noticias exclusivamente negativas en la economía.