El tranvía, deseo de apariencia
Tribuna | Pedro Rabanillo Martín
No intentamos plagiar los contenidos de la famosa pieza teatral «Un tranvía llamado deseo» del gran autor Tennesse Williams, sino que la coincidencia con el protagonismo del «armatoste» urbano nos invita de modo circunstancial a emular alguna secuencia con el fin de darle vida al título del escrito, cambiando, como es lógico, los términos del significado al dictado de nuestra modesta imaginación. Anotamos que en el diálogo entre dos de las principales ac trices, aparece otro vehículo callejero llamado «C «del final del trayecto»... que nos espera.
Agotado el cupo de concurrencia de tal oportunidad, sólo nos queda justificar la honda preocupación que nos produce el esperpéntico acuerdo de instalar en la ciudad de León, un «estorbo» de exhibición fatua, bajo la supervisión de un grupo de personas metidas a la «insensata» administración de los bienes municipales, por aquello que se dice de que «a la política solamente llega lo peor de cada familia».
Señoras y señores que forman la plantilla consistorial: es muy posible que la forma de expresar nuestro «recochineo» a la «alucinante» idea de indecentar -”si no existe tal verbo, queda inventado-” las calles por donde ha de transcurrir la vía del «estropicio», no sea la más adecuada para mostrar el respeto que deberían merecerse los/as dignos/as representantes de una excelsa institución como es el Ayuntamiento de León, pero han de convenir que la idea debiera partir, cuando menos, de supuestos beneficios para la ciudad, lo que no es el caso ya que el proyecto está basado en un optimismo infundado al albur de un utópico planteamiento. Pero como todo conflicto de ideas, éste, merece una explícita aclaración.
Nosotros no adelantamos acontecimientos sobre el tema que nos ocupa, ya que basamos la «pugna» sobre hechos y dichos contrastados que parten de los mismísimos alentadores del proyecto, y para más «inri» de los primeros espadas de la contienda, como son el señor alcalde y cierto grupo de disidentes de la oposición. Parece ser que el P.P. en pleno se oponía al proyecto hasta la aparición del «grupito» en desacuerdo encabezado, cómo no, por la «ínclita» Ana Guada (no acaba de asumir que la portavocía del PP en el Ayuntamiento le iba demasiado holgada debido a ese temperamento altivo que confunde la fluidez de las ideas), mermando los argumentos por eso de que la oposición ha de mostrarse por encima de cualquier tipo de planteamiento, aunque éste fuera beneficioso para la sociedad ciudadana, (las reyertas partidistas se caracterizan en hacer del antagonismo la principal y única «virtud» de la gestión encomendada, desde la Jefatura del Gobierno hasta la más humilde institución del Estado, para tener embaucado al personal... «adornándole» el camino de rosas), pero no queremos perder el hilo de nuestra aclaración. En cuanto al hecho queda ya aclarado; refirámonos pues al dicho, que parte como es lógico del primer edil municipal.
Hace escasos días, el amigo Paco se quejaba amargamente de que la oposición y la Plataforma contra la Privatización del Agua se opusieran a tal acuerdo, lamentándose que de donde iba a obtener el dinero para atender los pagos más urgentes que acucian a las arcas municipales. Esta forma de actuar que tienen los/as políticos/as, demuestra que las luces que les han de alumbrar en el momento de tomar decisiones difíciles, siempre se encuentran «apagadas» -”no es lo mismo administrar los bienes particulares que los que atañen a la colectividad-” buscando por los «rincones» el interruptor que les encienda el ámbito de la inteligencia, que en ellos/as casi siempre se encuentra en estado de hibernación, o premiosa a solucionar los problemas administrativos.
Si el alcalde se queja de las dificultades para salir del apuro debido a los compromisos que debe cumplir, no entendemos como se aventura a abrir otra vía de escape a los escasos recursos con los que cuenta el declarado en ruina Ayuntamiento de León, inventándose un «deseo» de apariencia que lamentablemente no se puede sostener. La ciudad no será, ni más ni menos con un tranvía o sin él. En el aberrante caso de que llevara a cabo el proyecto, ¿de dónde van a sacar los medios para atender las subvenciones a la viabilidad del «invento»? A los primeros compases de la puesta en marcha, solamente servirá como solaz y diversión de los jubilados y pensionistas, con una ridícula recaudación por tanto para seguir aumentando la deuda, que como herencia se van pasando de unas a otras corporaciones, libres de toda responsabilidad y punición moral. Sería bueno que desde la más alta Magistratura del Estado, hasta el más humilde organismo político-administrativo y judicial del país, se apremiara a los responsables, por los fallos y desmanes cometidos por las personas habilitadas para la normal gestión y acabar de una vez con la impunidad de que gozan.
Como aditamento a esta cuestión, queremos recordar que el desorden laboral del Ayuntamiento, por exceso de personal, bien pudiera paliarse si los partidos políticos encargados de «engordar» la plantilla, por puro nepotismo y amiguismo con miras a la «reelección», se dedicaran a recolocar en la empresa privada u organismos foráneos aquellas personas que desgraciadamente sobran, pero que no es justo dejarlas «a la luna de Valencia», y más en estas circunstancias. Serían los propios trabajadores afectados los que exigirían la responsabilidad a los partidos que les «colocaron», denunciando el costo generado para la ocupación. No cabe la menor duda, que en aquellas poblaciones donde el empleo laboral se basa en ocupaciones funcionario-administrativas de tipo local, el empleo privado-industrial brilla por su ausencia. Es normal que en ellas los políticos de turno se dediquen exclusivamente a esperar la «bicoca» que mensualmente les engorde la cuenta corriente. ¿Para qué han de ocuparse de las verdaderas obligaciones? No hay más.