Contra el paro, el modelo alemán
Panorama | antonio papell
Los dos grandes sindicatos españoles se han escastillado en la negativa de hecho a cualquier reforma laboral. Se apoyan para ello en un manifiesto firmado por unos 750 expertos y profesores que viene a decir que cualquier negociación sobre la materia sería en el fondo un medio de facilitar el despido y de eliminar la distinción entre despidos procedentes e improcedentes y, en última instancia, representaría la precariedad generalizada de los trabajadores y un abaratamiento de la rescisión del contrato laboral. El documento, que sí incluye sin embargo alguna interesante propuesta de flexibilización, es, en cierto modo, una respuesta a la propuesta efectuada por el llamado Grupo de los Cien, un conjunto de economistas movilizados por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, que sugiere un conjunto de reformas estructurales que incluye la reducción del número de contratos y el abaratamiento del despido, el mantenimiento de la tutela judicial sólo en los despidos discriminatorios, etc. Como es conocido, el recientemente nombrado secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, fue uno de los firmantes de dicha propuesta liberal. Las organizaciones obreras tienen toda la razón cuando dicen que la legislación laboral «no ha sido la causa de la crisis», por lo que resultaría sangrante que ahora los trabajadores, que ya se enfrentan al colosal problema del paro, tuvieran que cargar con la mayor parte de los sacrificios que impone una coyuntura que no han desencadenado. Sin embargo, yerran los sindicatos absolutamente cuando aseguran que una reforma del modelo de relaciones laborales no podría haber evitado en parte el fortísimo desempleo que padecemos ni sería capaz de reducir el alto número de parados actual. En el caso alemán, tales medidas no son simple cosmética para disimular el paro porque los empleos a los que se aplican son viables. En el caso español, es obvio que ciertos empleos que acaban de desaparecer no lo eran -”muchos del sector construcción, por ejemplo-”, pero sí otros muchos de los sectores industrial y de servicios que actualmente han sido eliminados mediante EREs o, en el peor de los casos, mediante quiebras a veces evitables. Explica finalmente Vidal-Folch que el modelo laboral alemán, surgido del llamado capitalismo renano, fue el fruto de un depurado proceso de negociación que dio comienzos a principios del presente siglo -”la Agenda 2010 impulsada por Schröeder, interiorizada completamente por la actual coalición-”en que todas las partes aceptaron sacrificios y que no se centró en absoluto en el coste del despido sino en innumerables aspectos de la conce rtación social (se habló de jornada, autoempleo, miniempleos, duración del subsidio de paro, moderación salarial, retraso de la jubilación, copago farmacéutico, etcétera). En España, se consumen ingentes cantidades de recursos en financiar el subsidio de desempleo -”se acaban de aplicar 19.000 millones de euros adicionales-”, cuando se podría haber evitado con un coste incluso menor la desaparición de una parte sustancial de los puestos de trabajo destruidos. Obviamente, estamos a tiempo todavía de intentar unos cambios que en otros países -”y no sólo en Alemania-” han dado resultado. La negativa sindical a negociar y la ciega defensa que hace el Gobierno de las posiciones sindicales son, por lo ta nto, una obstinada locura que no nos lleva a parte alguna.