Cerrar

He matado a mi hijo (Relato escalofriante de una madre)

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Tribuna | Fernando GARCÍA MARTÍNEZ

A la hora escasa del parricidio, cuando la adrenalina de mi desesperación bajó notablemente, me presenté ante el cuartel de la Guardia Civil y, con toda tranquilidad, le dije al sargento que estaba de guardia: «He matado a mi hijo. Allí, encima de la cama tengo todavía el cuerpo, caliente, junto con el cuchillo del crimen para que ustedes puedan verlo y comprobarlo. No sufrió nada, se lo aseguro. Tuve la suerte de asestarle dos puñaladas certeras en el mismo corazón cuando dormía».

-”Pero, ¿estará usted bromeando? -”me dijo incrédulo el sargento.

-”No, no, nada de bromas. Véanlo ustedes mismos.

Me metieron en un furgón blindado y fuimos al lugar de los hechos. A los diez minutos estábamos en la habitación donde yacía Alejo, inerte y cubierto de sangre. Horrorizados, sólo hicieron que esposarme y llevarme inmediatamente ante el Comisario de turno. Yo iba relativamente serena y, si quieren, con cierto orgullo, pensando que realmente no había hecho nada que no fuera justo.

Delante ya del comisario y cuando empezó a interrogarme, le dije con una entereza pasmosa y con una gran impavidez:

-”No me haga preguntas señor comisario. Le voy a relatar la verdad, sin más.

Y empecé.

Mi hijo Alejo, sabe señoría, tiene, bueno, tenía catorce años. Estaba harta de que me faltara al respeto. Cada día más. En casa no daba palo al agua. Era un completo desastre. La habitación parecía una auténtica leonera. Fumaba y arrojaba las colillas en cualquier sitio. Todas las paredes las tenía con posters de chicas completamente desnudas y en posiciones de lo más provocativo. La ropa sucia, amontonada en cualquier lugar. No recogía ni limpiaba nada. Al contrario, sin el menor decoro veía, de poco tiempo para acá, condones tirados por el suelo, muchas veces hasta usados. ¡Qué repugnancia y cuánto asco me daba esto! ¡A sus años! ¡Yo que, hasta hace muy poco, lo creía aún virgen e inocente! Era, desde luego, un completo desastre. Ni me dejaba siquiera hacerle la cama y arreglarle la habitación. Sólo estaba escuchando una música estruendosa y maldita que nadie podía soportar. Muchas veces los vecinos llamaron a la policía porque no aguantaban semejante estruendo. Y cuando no era la música, se pasaba horas y horas en su cuarto enganchado a internet, silencioso y cerrado con llave. Cuando se iba, y descuidadamente dejaba encendido el PC, pude leer, en varias ocasiones, las conversaciones obscenas que mantenía con distintas chicas y ver las imágenes provocativas de ambos. ¡Qué vergüenza sentía! ¡Yo, su madre!

Hice una pausa entonces, respiré con toda parsimonia y proseguí:

Este último curso no estudió nada. Sólo trajo un mísero aprobado, a pesar de las clases particulares a las que le mandamos. Me da que no asistió a ninguna y se guardaba el dinero para sus cosas. Tres veces lo echaron de clase este año por agredir a los profesores, insultarles y formar escándalo. Hemos tenido muchos disgustos con la policía últimamente porque intentó violar también a más de una chica junto con otros compañeros de la misma calaña. Mi marido y yo no podíamos con él y no sabíamos ya qué hacer. Nos robaba el dinero. Desde hace cinco meses aproximadamente venía bebido muchos días a casa y también drogado. Cada vez se portaba más violentamente. No se le podía decir ni la más mínima. Un día que le reprendió fuertemente su padre, le tiró un cúter que le pasó rozando la cara. Ha causado tal estrago en nuestro matrimonio, que las disputas son frecuentes y estamos a punto de separarnos. A mí me ha pegado más de una vez. Encima, nos decía que iba a denunciarnos por malos tratos. En verdad que yo ya no aguantaba más esta situación.

Me detuve otra vez unos momentos y continué relatando:

Como consecuencia y harta ya de todo, he decidido quitarle de en medio, pues pienso que no es todavía un ser humano. Porque ¿cuándo se es realmente un ser humano? Dicen ahora muchos adultos (mujeres y hombres) que los no natos no lo son si presentan deficiencias por debajo de lo normal, si no han alcanzado ¿las veinticuatro semanas?, ¡qué más da!, e incluso, para bastantes personas, hasta que no ven la luz del día. No merecen vivir tampoco, dicen, los hijos que no han sido deseados. Amparándome en estas ideas, algunas ya en vigor desde hace mucho tiempo, yo he considerado también que mi hijo no era una persona humana y que tenía todo el derecho del mundo a eliminarlo. Más derecho aún que a esos pobres inocentes, porque Alejo sí que era un monstruo declarado y manifiesto, un monstruo vivo de catorce años. Y yo, señoría, creo de verdad que soy también adulta como esos otros padres para poder tomar tales decisiones. No hay otro motivo ni otro móvil, señor Comisario. Sólo he intentado evitar disgustos a la sociedad y a mí misma. Por tanto, juzgo que no merezco ningún castigo y que, en casos tan flagrantes como éste, habría que reformar la ley como se está haciendo con la del aborto.

Concluí diciendo: Esto es todo, señores.

Levanté después mi rostro, miré de frente al comisario que, pensativo, se echó las manos a la cabeza y balbució en tono amargo: «¡Dios mío! ¡Qué sociedad estamos construyendo!»

Cargando contenidos...