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El rincón | manuel alcántara

Son los jóvenes con patologías previas, o sea, los que no estaban fuertes como un roble o como un defensa central, los que suele escoger la muerte, por medio de su agente especial que es ahora el virus H1N1. La pálida dama tiene sus caprichos. A la pandemia no le gustan los viejos, ya que tiene una cita acordada con ellos y no se impacienta. Prefiere llevarse por delante a personas que se hayan empadronado en este planeta recientemente, quizá para que puedan dejar un cadáver de buen aspecto. Claro que también comete equivocaciones: el presidente de Costa Rica y mediador del conflicto hondureño, Óscar Arias Sánchez, que tiene 68 años, también ha sido atacado por la gripe A. En su país hay cerca de 900 personas afectadas, así que sería injusto, además de muy fácil, decir que eso le ocurre por meterse en Honduras. Al que le toca, le toca, pero la estadística prueba que las personas mayores son las que tienen menos que temer.

Todos sabemos que la cita es ineludible, pero procuramos aplazarla, alegando compromisos posteriormente adquiridos. No nos gustaría dejarnos por hacer algunas cosas. Mi abuela, que murió con más de noventa años sin necesidad de hospedar ningún virus, cuando veía la esquela de alguien que había superado los ochenta decía «ya era hora, no iba a vivir siempre». Ningún anciano desea vivir siempre, pero todos quieren estar vivos al día siguiente. No es mucho pedir.

Hay tribus amazónicas en cuarentena, lo que hace sospechar que la pandemia, como la crisis económica, le puede llegar a cualquiera. ¿Por qué el perfil de las víctimas prueba que el maldito virus seleccione a los más jóvenes? Eso es lógico que lo haga Del Bosque, pero no «la vasta y vaga y necesaria muerte». Ella tiene mucho tiempo y no debe precipitarse.