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León

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El rincón | manuel alcántara

El ex vicepresidente de Estados Unidos es un decidido defensor de la tortura, pero la llama de otra manera: «Refinada táctica de interrogatorios». Opina que a sus abyectos practicantes les debe gratitud el pueblo norteamericano, ya que todo fue necesario para salvar vidas. Algunas de estas exquisitas tácticas, como amenazar al prisionero con violar a su madre o matar a sus hijos en su presencia y aplicarle un taladro eléctrico, están siendo investigadas por parte del fiscal especial John Durham. Todas son capaces de ponerle los pelos de punta incluso a las calaveras.

Cuenta Malraux en La condición humana la angustia de unos presos condenados a muerte cuando no encuentran, en la oscuridad, el piadoso veneno que iba a ahorrarles la lenta y minuciosa tortura. En las guerras siempre se dan especialistas. Gentes que gozan con el sufrimiento de los otros, del mismo modo que jamás han escaseado los que se ofrecen voluntarios para los fusilamientos.

Parece que la prestigiosa CIA, con el beneplácito de la Administración Bush, vivió uno de sus muchos momentos estelares, pero todas las policías secretas son sospechosas. El poeta cubano Nicolás Guillén escribió en tiempos del sargento Batista, perfectamente trasladables a la época del comandante Castro: «La pobre doña María, señora tan respetada, con un hijo policía, y ella que no sabe nada».

La investigación de los horrores también requiere gente especializada. La que está llevando a cabo el fiscal Durham ha encontrado su más terco enemigo en el vicepresidente Cheney, que no sólo encuentra adecuadas sus tenebrosas y repulsivas técnicas de martirio, sino que está aprovechando para zaherir a Obama. Dice que es un tipo blando, incapaz de defender la seguridad nacional de su país.