Ciudades
Fronterizos | MIGUEL Á. VARELA
La ciudad interpela a cada uno de sus habitantes a partir de una identidad colectiva, un imaginario social que se construye sobre ella y que está en proceso permanente de evolución, nos dice la politóloga hispanoamericana Sonia Fleury. La ciudad es un ente vivo que tiene sus propias reglas de funcionamiento, mejores cuanto más cambiantes y dinámicas, de las que emanan unos códigos que la hacen más o menos atractiva tanto para el vecino como para el viajero por detalles a veces difíciles de aprehender. Por eso nos enamoramos de una ciudad a primera vista por el olor de su mercado, la luz del atardecer sobre una calle anónima o el murmullo de una plaza. Hay una ciudad heredada y una ciudad que se va construyendo día a día en un proceso histórico, económico y cultural en el que todos participamos en mayor o menor medida. Estos días, Ciudad del Puente ha jugado a entrar en la lista de poblaciones que transforman por un tiempo sus espacios urbanos mediante la aplicación de las artes de calle, una terapia que ha dado excelentes resultados en lugares tan diferentes como Valladolid, cuyo festival TAC se ha convertido en apenas una década en un referente internacional, o Aguilar de Campoo. El programa Andarte de la Fundación Conde de Lemos ha dejado un puñado de imágenes inolvidables: Johan Loorber convertido en escultura viva elevada sobre la fachada del ayuntamiento; el desgarro de Alexis Fernández y Caterina Varela, de la compañía gallega Entremans; la deconstrucción flamenca de Marco Vargas y Chloe Brule; la imaginación juguetona de Fafá Franco; las preguntas sin respuesta de Roger Bernart; los originales escenarios de la percusionista Diana Samprón; ese brutal cóctel, mezcla de los Hermanos Marx y Jerry Lewis que es el Teatro Gestual de Chile y su caótica intervención con el tráfico... Son fotografías nuevas para una ciudad que aspira a cambiar.