Cuniculandia
Burro amenazado | pancho purroy
Los fenicios bautizaron nuestro país como I-Shaphaim, la tierra de los conejos, voz de la que derivó en nombre de Hispania. La abundancia conejil fue la norma hasta que, en la d écada de los cincuenta, llegó la mixomatosis, cuya mortandad ha sido relevada, en 1989, por la enfermedad hemorrágica vírica. A pesar de la verborrea de milagrosas vacunas que harían inmunes a estos sociales lepóridos, apegados a su cado, la clave de la resistencia actual es la selección natural. Por eso, hace reír la declaración de algunos viticultores bercianos de que se trata de un nuevo animal, pequeño, trepador y saltimbanqui, desconocido antaño en la comarca. La plaga de conejos, sobre todo en los barcillares de Dehesas, Perandones y Pieros, coincide con lo observado en otras comarcas españolas: el repunte de abundancia se da no en montes, como los de Doñana o El Pardo, sino en zonas agrícolas intensivas, en cárcavas con bodegas y en las márgenes y medianas de autopistas, lugares estos últimos que, al ser áreas de seguridad, no permiten las armas de fuego. Basta ir a Madrid por la autovía de La Coruña para ver esplendor de conejos en sus orillas, muchas veces con sobrevuelo de milanos y aguilillas calzadas dispuestas a merendárselos. Como cada hembra se reproduce de tres a cinco veces al año, en gazaperas donde paren de tres a cuatro crías, su futuro numérico es óptimo en estos enclaves humanizados, pobres en depredadores. Por cierto, la normativa cinegética vigente en Castilla y León dictamina que los daños causados por la grey conejera deben ser abonados por los arrendatarios del coto donde vivan estos herbívoros. Puestos a especular, el lince ibérico, antaño común en la hoya berciana, igual vuelve a tener hábitat favorable en la cuniculandia leo nesa. En los años cuarenta, las pieles de lince procedentes de los curtidores de Ponferrada eran las más apreciadas de España, por proceder de los encinares de Carucedo, con frío en invierno y pellejo lustroso y tupido.