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Crónicas bercianas | c. fidalgo

UNA copia en bronce de la Victoria alada de Samotracia, también conocida como Nikí de Samotracia, sirve desde la pasada semana como homenaje de la ciudad de Ponferrada a las víctimas de la intolerancia. La escultura labrada a comienzos del siglo II antes de Cristo para celebrar las victorias griegas sobre el rey sirio Antíoco III honra ahora a los perdedores, a las víctimas de ETA y del 11-M, y a las de la represión franquista, que salpicó las cunetas del Bierzo con fosas anónimas que todavía hoy están siendo exhumadas.

Ponferrada equipara así a quienes han sufrido la pesadilla del terrorismo en los últimos años, con quienes padecieron el terror de la represión franquista, los paseos a medianoche y las desapariciones. Y lo hace con un Monumento por la Libertad, que ocupa uno de los espacios más importantes de la ciudad: el mirador del río Sil, frente al castillo de los Templarios, convertido desde hace muchos años en la imagen y la marca de la capital berciana

La escultura del periodo helenístico escogida por el Ayuntamiento para representar a la libertad, la misma que sirvió a Marinetti para atacar el arte clásico en su famoso manifiesto futurista -"«un automóvil de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia», dijo en 1909, provocador-" es una de las estatuas más famosas del mundo. Se conserva en el Museo del Louvre porque fue un francés, el cónsul aficionado a la arqueológica Charles Champoiseau, el que la descubrió en 1863 durante una de sus excursiones por la isla de Samotracia. Y antes de servir de icono de la tolerancia en Ponferrada, ya fue elegida por la marca deportiva Nike para dar nombre a la empresa e inspirar el logotipo en forma de ala que la representa.

El recorrido simbólico de la escultura a lo largo de dos mil años no deja de ser llamativo, por tanto; emblema belicista durante los griegos, diana de la contracultura futurista a principios del siglo XX, modelo del capitalismo triunfante en los últimos años y finalmente bandera contra la intolerancia.

Semejantes antecedentes pueden servir para cuestionar la idoneidad de la elección del Ayuntamiento como símbolo de la libertad y la tolerancia, pero la reproducción en bronce de la Victoria alada de Samotracia ya está ahí. Y hay que respetarla en su pedestal. A los pliegues de sus ropas agitadas por el viento, a la torsión de su figura femenina posándose sobre la proa de un barco, y a sus alas extendidas, una de ellas restaurada tras su descubrimiento en la isla de Samotracia, quizá le hagan más justicia el nuevo valor que la capital berciana le ha concedido.

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