Zapatero, apegos y desapegos
El corro | pedro vicente
Aun con todo tipo de excesos, el hecho de que Zapatero sea blanco de las críticas, más o menos acerbas, de la oposición es algo que entra dentro de la mas absoluta normalidad democrática. Lo anormal sería lo contrario. La novedad, que no anormalidad, es que de un tiempo a esta parte comiencen a asomar críticas procedentes de la propia esfera socialista. Es novedoso porque, tras sus dos victorias electorales consecutivas sobre Rajoy, Zapatero había construido un hiperliderazgo en el PSOE sin la menor contestación interna. Un poder absoluto del que ni en sus mejores tiempos gozó Felipe González, siempre obligado a lidiar con los poderosos barones territoriales, los Bono, Rodríguez Ibarra, Chaves, etcétera. La vieja guardia felipista, empezando por el propio González, nunca ha acabado de comulgar con Zapatero, que en el año 2000 se hizo con el control del partido derrotando a su candidato, que no era otro que el citado Bono. Pero tras su todavía mas inesperada victoria electoral de 2004 y consiguiente recuperación del poder, no había lugar a expresar discrepancias.
Y lo que son las cosas: cuando mas acuciado está el gobierno socialista a causa tanto de la crisis económica como, sobre todo, de sus propios errores, es cuando empiezan a salir a la luz esas criticas internas que antes eran sotto voce . Esos sectores consideran que Zapatero ha llevado demasiado lejos el relevo generacional, prescindiendo prematuramente de figuras del pasado que seguían teniendo mucho que aportar, ya fuera en la gestión pública, o en el ámbito interno del partido.
El poco afortunado aterrizaje de Leire Pajín en la sala de mandos de Ferraz ha proporcionado argumento a los escocidos por ese cambio generacional, que tampoco habían encajado nada bien nombramientos como el de la ministra Bibiana Aído. Por esa herida hemos visto respirar a gente como Joaquín Leguina y Rodríguez Ibarra, a los que recientemente se ha sumado también Gregorio Peces-Barba, este último pese a haber ocupado un cargo público (por cierto, con escasa fortuna) en la pasada legislatura. Es discutible. En el gobierno están Chaves o Rubalcaba, que fueron ministros con Felipe González, sin olvidar que el propio Bono preside el Congreso. Al mismo tiempo también se le reprocha a Zapatero que está relegando a significados integrantes de Nueva Vía, la corriente que le aupó a la victoria en el aquel congreso del año 2000. Tras prescindir de Jesús Caldera en el Gobierno, el reciente abandono de su escaño de diputado por parte del ex ministro Jordi Sevilla, ha dado pábulo a ese reproche. También es discutible, puesto que paralelamente se han incorporado al escalafón ministerial José Blanco y Trinidad Jiménez, otros dos destacadísimos miembros de aquella corriente.
De lo que nadie podrá acusar a Zapatero es de desapego hacia León. No sé si alguien lleva por cuenta las visitas realizadas desde que reside La Moncloa, pero creo que con la del pasado fin de semana son ya más de 30. Cuestión diferente es si esa reiterada presencia, al igual que la nutrida armada leonesa de altos cargos en la Administración central, está reportando a León los resultados esperados. Cuestión, como no, más discutible donde las haya.