A salvo

Al trasluz | eduardo aguirre

Tengo una carpeta en la que guardo toda aquella noticia que pueda servirme para escribir una columna. Esta la tenía reservada para un gran martes, como un vino de excelente cosecha. El titular dice: «La crisis es buena para la salud», y lo asegura una investigación del Canadian Medical Association Journal. Esgrimen, entre otros argumentos, que cuando escasea el dinero se fuma y se bebe menos. Casi todo se hace menos. En la estrechez, sólo hay algo que puedas hacer gratis, suponiendo que no te hayan embargado el colchón; y no me refiero a contar ovejitas o a la meditación trascendental. Hombre, cierta relación entre salud y economía debe de haber, pues cuando te llega la factura de Iberdrola quemas calorías, pero ¿y quienes no fumamos ni bebemos? Toda teoría tiene un punto flaco, incluida «pienso, luego existo», y la expuesta por el profesor Beruzchka no iba a ser una excepción. «En tiempo de crisis, la falta de trabajo incrementa el tiempo de ocio con familiares y amigos, además de reducir el estrés», afirma. Obviamente, con la crisis se juega más al parchís con la abuela que al golf con el marqués, pero me sigue pareciendo una curiosa forma de interpretar los hechos, aunque se agradece el optimismo de la conclusión, porque a un científico le das confianza y enseguida descubre que el universo se destruirá dentro de 5.000 millones de años, provocándote con ello la consecuente zozobra y apatía. No obstante, lo que no mata, engorda. Ya que no puedes elegir los hechos, pues te vienen impuestos, sí puedes, al menos, escoger cómo te posicionas ante ellos. Según el artículo octavo del manual del náufrago, la peor bancarrota es tener el corazón en números rojos. A partir de cierta edad, sólo el amor, el perdón y el milagro mantendrán tu colesterol a salvo.