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León

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El rincón | manuel alcántara

La aspiración máxima de los trabajadores españoles, dejando a un lado de conservar su trabajo, es la de alejarse de sus jefes inmediatos, que siempre son los peores. Algunos podían estar capacitados, por ejemplo los capataces, para simultanear el puesto de jefe de personal con el de jefe de un campo de concentración. Ya se sabe que existen dos formas de trabajar; la primera consiste en realizar un esfuerzo reglamentado y por lo general mal pagado, y la segunda en ordenar que lo hagan otros. Ahora se habla de que Bancos venidos a menos y las grandes empresas convertidas en pequeñas están innovando los sistemas tradicionales. Para disminuir los efectos de la anunciada pandemia, se va a instituir el llamado teletrabajo. «Del jefe y del mulo, mientras más lejos más seguro», dice nuestro refranero.

Eso de hacer una jornada laboral a prudente distancia de los compañeros quizá tenga sus ventajas, pero impide el desarrollo de la virtud del compañerismo, ese vínculo armónico que se establece entre los que se ganan la vida del mismo modo. ¿Qué pasará cuando todo el mundo trabaje en su casa y se constituya en su propio jefe? Dicen los expertos que las nuevas tecnologías acabarán por diluir la histórica jornada de las ocho horas, que tantas vidas costó hasta lograr imponerse. También prevén que los nuevos cacharros confidenciales, móviles y portátiles, establecerán un control segurísimo. El virus H1N1 puede lograr lo que jamás consiguieron los sindicatos: que las huelgas sean individuales y se hagan desde casa. Hay que evitar aglomeraciones. Un filósofo ilustre, no me acuerdo ahora de cómo se llamaba, dijo que «el hombre es bueno, pero los hombres son malos». Por supuesto, se equivocaba. Tampoco hubiera acertado diciendo lo contrario.