Rebeldes con causa
Aquí y ahora | luis del val
Los jóvenes protagonistas del episodio de violencia más sonado en Pozuelo del que estos días hemos visto hasta la saciedad imágenes en los telediarios y que estos días ha conmocionado al país no son representantes de la juventud española, pero tampoco lo son de la Asociación de Jubilatas o del Colegio de Farmacéuticos. Son jóvenes y fueron a las fiestas, o sea, que acudieron voluntariamente, no fueron extorsionados para que acudieran allí, y se supone que iban a divertirse, posibilidad plausible y grata que nos gusta a las personas de todas las edades.
Lo que no les gustó a ellos fue que se suprimiera el alboroto del botellón, a las tres de la madrugada, por la sencilla razón de que, amén de respetar la alegría de los que celebran las fiestas, no pueden olvidarse las necesidades de descanso de decenas de miles de personas que, muy probablemente, se tienen que levantar al día siguiente y acudir a sus obligaciones laborales y profesionales. Y, claro, como hay cosas que no se pueden aguantar, los jóvenes se enfrentaron a la policía, hallando una causa noble para su rebeldía.
El contenido del bachillerato puede ser muy deficiente; la falta de exigencia de acceso a la universidad, y la correspondiente masificación de las aulas, un penoso problema; el desorden de la formación profesional, un grave inconveniente; el abuso de los becarios, una explotación; y los sueldos de mierda a seiscientos y ochocientos euros al mes, un fraude legal.
Ahora bien, hasta el momento no se han detectado manifestaciones, protestas, ni actos rebeldes contra esa insoportable situación, quizás porque no tenían entidad. Los jóvenes pueden ser pacientes con muchas cosas, pero que no les toquen el botellón, que la arman. Con un coraje y una violencia que creíamos dormida, se han despertado ante una causa que les merece la pena. Por fin, en Pozuelo, han encontrado algo ante lo que mostrar su rebeldía: el botellón.