Fetichistas

El rincón | manuel alcántara

Uno de los guantes blancos que llevó Michael en su boda con Debbie Rowe, que por cierto era el mismo que lució en su gira australiana -˜History-™, ha sido subastado en Melbourne. Se han pagado por él 34.000 euros, lo que hace suponer que la pareja hubiera alcanza do el doble de valor. Los guantes del genio, hay que decirlo, tenían incorporados algunos brillantes. Piedras que sin ser preciosas eran bastante bonitas, pero su valoración no ha dependido de los peritos en gemas, sino de los admiradores. También ha habido quien pague un dineral por una pluma del arcángel San Gabriel, o por un botón de la casaca interminable de Napoleón o, para no ir tan lejos, por una acuarela de Hitler en la que se delataba inequívocamente que las volubles musas del arte le habían mostrado su hostilidad, muy cercana a la animadversión. No es improbable que algún día alguien se disponga a pagar unas monedas por un fragmento de los discursos de los señores Zapatero y Rajoy. Nos han entrado por un oído y nos han salido por el otro, a excepción de los que se les han quedado dentro a sus respectivos partidarios. El fetichismo exige idolatrías y veneraciones excesivas. Está patente en todos los pueblos primitivos y ahora, en el siglo XXI hay que preguntarse qué comunidad humana ha dejado de ser primitiva.

La controversia parlamentaria no ha sido decepcionante por una única razón: los españoles están previamente decepcionados. Figuramos en la cola de Europa en educación y en eso que llaman competitividad, por más que estemos dispuestos a competir en Afganistán con más soldados. Hemos retrocedido once plazas en la lista del Banco Mundial que mide las actividades empresariales, pero nuestros fetiches políticos siguen teniendo sus adoradores.