Diario de León
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Panorama | antonio papell

El debate económico en el congreso representó un relevante punto de inflexión en el tratamiento político de la crisis. Por primera vez, frente al discurso gubernamental, el principal partido de la oposición no se limitaba a realizar una descalificación global. Por primera vez, Mariano Rajoy ha ofrecido una opción alternativa y ha brindado su implicación personal. El tiempo dirá qué parte de esta oferta era retórica, pero es justo reconocer que la gravedad del problema ha generado una controversia constructiva que es necesario aprovechar.

El presidente del Gobierno, en una exposición escueta, desgranó su proyecto a corto plazo que se basa en la Ley de Economía Sostenible -”que sin duda acierta en el impulso a la productividad y al cambio del modelo de desarrollo-” y en unos Presupuestos para 2010 en que el gasto no financiero del Estado se reducirá un 4,5% -”el gasto medio de los ministerios bajará el 6%-”, con una presión fiscal que se incrementará un 1,5% (la actual es del 32,6%). Es decir, unos 15.000 millones de euros. Anunció un plan de apoyo al sector inmobiliario para acelerar su recuperación hasta la dimensión óptima y, quizá temiendo el exabrupto del adversario, descartó un acuerdo global para combatir la crisis, pero insistió en la conveniencia de lograr acuerdos con el PP en educación y energía.

La respuesta de Mariano Rajoy fue apropiada. El líder de la oposición embridó sus propensiones irónicas y, en tono serio y solvente, criticó como es natural el optimista diagnóstico del Gobierno, las vacilaciones de sus medidas paliativas y la orientación de sus recetas, pero formuló una propuesta de pacto de austeridad. A su juicio, que no parece desencaminado, una subida de impuestos de la magnitud de la anunciada, lejos de incrementar la recaudación, derivará en menos inversión, menos consumo, menos empleo y menos confianza. Lo que habría que hacer -añadió- es racionalizar el gasto público mediante una reestructuración a la baja de las administraciones públicas. Rajoy estaría dispuesto a sentarse a negociar esta reforma con la única condición de que no suban los impuestos.

Si se piensa que el PP gobierna en siete comunidades autónomas y se considera que el despilfarro burocrático no sólo existe la administración central, sino también y sobre todo en los entes descentralizados, se entenderá el alcance del acuerdo que ofrece el PP. Además, Rajoy ha explicado con claridad que el cambio del modelo de crecimiento no debe impulsarse con ánimo planificador sino con el objetivo -liberal, ortodoxo- de crear condiciones favorables al desarrollo empresarial. Lo urgente es, pues, remover obstáculos, flexibilizar el mercado laboral, impulsar la espontaneidad del propio mercado para que sean los empresarios quienes llenen el vacío creado por el estallido de la burbuja inmobiliaria. Rajoy, en su nuevo papel sobrio y moderado, concluyó su primera intervención rechazando las acusaciones de no querer arrimar el hombro y aceptando la búsqueda de consensos en educación y energía. o sin aprovechar la oportunidad para reprochar a Zapatero su papel escorado en el diálogo social. Y para instarle a reformar cuanto antes el mercado laboral aunque los agentes sociales no consigan el anhelado pacto. on debates como el de ayer, se construye país. Quizá ha sido necesario atravesar una coyuntura muy grave para lograr que los políticos traten de situarse a la altura de su responsabilidad.

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