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León

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La gaveta | césar gavela

E ste verano volví a Tras Os Montes. Donde tanto quería volver. Porque los leoneses somos un poco de por ahí. De esas tierras del olvido. Ahora han mejorado mucho, pero siempre debieron de ser muy bellas.

No diré dónde me alojé, mejor no revelar privilegios. Desde allí viajé por muchos pueblos, descubrí rincones fascinantes y a la vez sencillos. En esa tierra todo es así. Humilde y profundo. Por algo allí nació Miguel Torga, el gran escritor. Un hombre que parece escribir solo para cada lector. Si lees a Miguel Torga, él te habla. A ti. Te observa.

Él era solitario, austero, cordial. Su pueblo es abierto, armonioso, ubicado en un altiplano lleno de verdor y aún cepas de vino de Oporto: las últimas capas, las más alejadas del río. Aunque el río está cerca. Pero hay una gran pendiente pronto, a partir de Sabrosa, villa pequeña y señorial, donde nació Magallanes.

En Sabrosa, al anochecer, vimos unos gatos muy graciosos en el barrio natal de Magallanes. Luego los gatos se perdieron en el campo oscuro. Muros de piedra, pavés de Portugal. Poca gente, mucho gozo. Era cosa de la magia.

El presidente de la Freguesía de Sao Martinho de Anta tiene un bar-restaurante, es un hombre muy amable, Mario Vilela. Sesentón jovencísimo, fue el mejor amigo de Miguel Torga en su pueblo. Pasamos un rato con él hablando del escritor. Nos enseñó donde almorzó durante veinte años. Aquí se sentaba él, aquí su mujer, aquí su hija cuando venía. Comían sencillo, él era muy feliz.

El lugar es popular y sólido: una casa de dos pisos. Fue de mi tía, dijo Mario; la heredé. Luego él, camisa blanca impoluta, pelo blanco, desató la emoción al recitar de memoria varios poemas de Torga. Y nos enseñó la sede de la junta de Freguesía, a unos pasos, donde están los muebles que tenía en su consultorio de Coimbra Miguel Torga. La mesa elemental sobre la que escribió casi toda su obra de vida pura. Que no deja de arder.

Nos acercamos después a la casa de Torga, que está muy cerca. Diminuta, pintada de blanco, con las contraventanas verdes. Allí escribía y desde allí salía al monte al amanecer. Le gustaban mucho los niños, nos dijo Mario Vilela; hablar con ellos.

La tumba de Torga es una lápida rasa, a la altura de la tierra santa de su vida sin dioses. Solo con la luz de su inteligencia, de su ejemplo. Y estaba el torgo. Hace trece años, la otra vez que estuve, era una planta muy leve; ahora es un arbolito que tapa en parte la lápida.

Allí no está Torga, claro; está en sus palabras. En sus libros. En su excepcional Diario. En sus cuentos raigales. En su Creación del mundo , autobiografía novelada. Torga, sus versos. Su aura. Como si él llevara dentro a todo Tras Os Montes. Campos, valles, aldeas. Y sus cuatro ciudades: Chaves, Vila Real, Braganza y Mirandela.

Había fiestas en los pueblos. Y un rincón escondido, en Tua, donde hay una estación con trenes de juguete. Árboles y el Duero verde y negro.

Portugal nació en el Duero; los leoneses estamos muy involucrados en todo eso. Y en su ribera sentí que esa cosa de ser de Tras Os Montes también vale para los que somos de León. Y que ser de Tras Os Montes, como dijo Torga, es ser de todo el mundo.

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