Diario de León
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La veleta | antonio casado

Del reciente debate monográfico en el Congreso de Diputados sobre la crisis económica me quedo con la práctica unanimidad de todos los grupos parlamentarios, excepto el socialista, naturalmente, a la hora de reprobar las medidas del Gobierno y el modo de llevarlas a cabo. Erráticas, ineficaces, improvisadas, etcétera. De uno u otro modo, todos vinieron a acusar a Zapatero de pilotar sin rumbo conocido la lucha contra la crisis. Sin embargo, no hubo complicidad con Rajoy. En este sentido, el presidente del PP volvió a perder una oportunidad de acorralar a Zapatero y capitalizar la debilidad del presidente. Y eso que el PP ha convertido la crítica a la política económica del Gobierno en su gran apuesta para echar a los socialistas del poder. Hasta ahora con poco éxito, a juzgar por las expectativas de voto reflejadas en los sondeos.

La estrategia del PP cuenta con que la crisis económica acabe siendo la tumba política de Zapatero. Así que Rajoy y su gente se hartan de potenciar esa lógica, casi como única herramienta en el ejercicio de la oposición, como hicieron en la Legislatura pasada respecto a la política antiterrorista. A pesar del desenlace del llamado «proceso de paz», coincidente con la «lógica» de las ácidas críticas del PP a las negociaciones con ETA, Rajoy volvió a ser derrotado por Zapatero en las elecciones generales celebradas en marzo de 2008. Rajoy se equivocó entonces y puede volverse a equivocar ahora con su oposición casi monográfica a la política de Zapatero para salir de la crisis económica. De hecho las encuestas no están reflejando los daños que, en buena lógica, deberían tener a Zapatero al borde del colapso político, como está ocurriendo con Brown en Inglaterra, mientras avanza en los sondeos el conservador Cameron. Dicho de otro modo: a diferencia de lo que está ocurriendo allí, Rajoy no ha mejorado las expectativas de voto del PP en la medida que sería previsible después de tener a Zapatero a la defensiva durante casi dos años.

Y no parece que haya mejorado la situación del aspirante después de su cruce parlamentario con el titular en el debate del miércoles pasado. Rajoy estuvo prudente y tuvo unas intervenciones muy aseadas, pero volvió a pecar de cargar demasiado las tintas en la descripción de los síntomas, más que en las propuestas. Sus alternativas se redujeron al sí a la reducción del gasto público y el no a la subida de impuestos, que se quedaron en el simple enunciado a pesar de que el presidente del Gobierno le invitó a que precisara. O, al menos, a que se sentaran juntos a precisar. Sobre todo en materia de energía y educación, que son las dos áreas sobre las que Zapatero busca un pacto a toda costa con el PP.

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