Diario de León
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En el seno del PSOE se escuchan voces que discrepan de la errática política seguida por ZP en relación con la crisis; voces que señalan el riesgo (en términos electorales) que aparejaría una subida de impuestos y voces que alertan sobre un estado de debilidad política que recuerda al de los tiempos en los que Almunia perdió las elecciones dándole al PP de Aznar la mayoría absoluta.

Debilidad política agravada por la marcha o el ostracismo de dirigentes políticos como Caldera, Sevilla, Solbes, Molina, Montilla... -¡cómo olvidar el distanciamiento de Montilla»!- En cinco años, cinco ministros han desertado o se han distanciado de Zapatero, decepcionados ante las erráticas derivas del «zapaterismo» y ante el innegable grosor de la ingratitud que despacha el inquilino principal de «La Moncloa». Sin Caldera y Sevilla sería imposible explicar la historia de la llamada «Nueva Vía», la lancha fletada por un grupo de dirigentes del PSOE tras el naufragio del año 2000.

Y, qué decir del papel de Maragall y Montilla (PSC), en la elección de Rodríguez Zapatero como secretario general frente a Bono, el candidato oficialista. Por no hablar del papel de Pedro Solbes, quien al vencer a Manuel Pizarro en un decisivo debate televisado, negó con aplomo y convicción la crisis que (con fundamento) predicaba su antagonista, le sirvió en bandeja a ZP su segunda victoria frente a Rajoy en las generales.

Los cinco han sido ministros y algunos, antes de entrar en el Gobierno, también creían ser amigos de quien luego se ha visto que tiene una visión descarnadamente instrumental de la amistad. Se han ido en silencio, pero su discreción no cubre todos los pliegues de su amargura. El poder es así: cruel, frío y distante. El propio Zapatero lo comprobará cuando lo pierda.

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