Don Emigdio

La muerte de un amigo, por previsible que sea, siempre nos descoloca, porque nadie quiere perder la compañía de un ser querido. El día 5 se nos fue don Emigdio Magdaleno, sacerdote al que conocí a mi llegada a León en 1985 y con el que me unía una muy buena amistad. Este benemérito sacerdote trabajó hasta su jubilación en la parroquia de san Juan de Regla en el Ejido y estoy seguro de que sus feligreses y muchísimos más vecinos del barrio sienten la pérdida de este religioso entregado y servicial. Cuando se nos va una persona que dedicó toda su vida al servicio social, al servicio religioso, a la ayuda incondicional para educar a las niñas y niños de su feligresía, para orientar a los jóvenes, para apoyar a los adultos y estar al lado de los mayores hasta el último adiós…, cuando un hombre así nos deja, todos, absolutamente todos perdemos un modelo, una luz, un baluarte y nos quedamos un poco huérfanos. Claro que, al menos, los creyentes tenemos la seguridad de que el buen Dios nos lo deja como protector. Yo, querido Emigdio, al tiempo que lamento tu ausencia física, te pido que sigas cerca de nosotros, tus parroquianos, de tus hermanos, sobrinos y demás familia y, por supuesto, de todo el barrio del Ejido por el que tanto hiciste y que siempre te consideró como uno de los suyos. Descansa en paz, Emigdio, y gracias mil por tu entrega generosa y tu buen hacer sacerdotal.