Hermanísimos
La veleta | agustín jiménez
Clarividente, patriota y, como siempre, animada por principios sin fin, la oposición ha avisado cariñosamente al gobierno de varios deslices en su conducta internacional. Era su obligación, facilitada, en este caso, por las tablas escénicas que aporta el hecho de vivir en España, primera potencia en chismes televisados, lo que da una hondura sin precedentes a nuestras discusiones políticas. El gobierno, por su parte, también tiene tablas. El ministro Rubalcaba tiene organizado en su oficina un Gran Hermano desde el que nos espía cuando murmuramos de alguien, nos rascamos algo o nos hurgamos en la nariz.
Los deslices de los que cariñosamente avisaba el látigo de la oposición eran las zalamerías de Zapatero a Berlusconi, la alfombra roja puesta a Hugo Chávez, alias Gorila Rojo, la generosidad perdonadeudas con la que ha recibido a un indio que manda - o eso se cree él - en Bolivia, y que el presidente cantara La Internacional, acompañado de sus dos acólitas más niñatas y pijas.
Lo de Berlusconi efectivamente es sangrante. Rico, machista, chulo, acusado de menorero y promotor de Telecinco, que tantas lecciones culturales nos ha impartido, el fenómeno fue consagrado en España por la anterior secta gubernamental, cuyo componente principal y más promiscuo veraneó, y puede que siga veraneando, en sus fincas y lo invitó, por ejemplo, en clase preferente al bodorrio de El Escorial, junto con otras personalidades, alguna de las cuales veranea hoy en la cárcel. Que Aznar lo favoreciera así no solo demuestra que este es un tipo más abierto y avispado que sus correligionarios sino también explica que Zapatero lo trate con deferencia. La reacción de PP solo se entiende apelando al enraizado feminismo de que tradicionalmente hizo gala de Fraga para acá. Lo de Chávez por la Gran Vía también tiene su gracia. Vimos a Brufau, el peligrosísimo izquierdista que preside Repsol, riéndole las gracias al de Caracas, y la única pregunta oportuna que procede plantear la oposición es : ¿Cuántas sonrisas vale un yacimiento de petróleo? Pero bien sabido es que, por encima de todo, incluido el patriotismo, está la obligación de ser mosca cojonera del poder. Otra gran lección democrática de la oposición. En lo de Morales subyacen parecidas razones -esos yacimientos bolivianos- y a lo mejor un eco de la pésima letra de La Internacional, canto sacramental mediante el cual las Pajines se compadecen de los parias de la tierra. Claro que ¿quién puede tragarse que, con su sueldo, a la Pajín le importen un pimiento los pobres? Es como cuando la actual oposición recita la fórmula esa de «paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». La verdad es que da mucha risa.