Diario de León
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La veleta | julia navarro

Les pasa a todos los presidentes y a todos los gobiernos, sean del color que sean: en cuanto empiezan a recibir criticas de grupos calibre creen que la culpa es de los responsables de «comunicar» a la sociedad todo lo bueno que hace el Gobierno. Ni por un momento se les ocurre pensar que el problema no son los «comunicadores» sino que lo que se comunica no convence a los ciudadanos.

Pero como la historia se repite éste como otros gobiernos anteriormente, ha decidido que tiene que explicarse mejor, y junto al PSOE, van a movilizar a todos los altos cargos para que vayan por toda España explicándose. Mientras tanto el gobierno así como los dirigentes del PSOE se rebelan contra las criticas diciendo que es cosa de gente del pasado. Asi que ahora resulta que criticar las políticas del presidente Zapatero es cosa de la «vieja guardia» del PSOE y de los «poderosos» y, supongo, que darle la razón y hacerle la ola debe de ser cosa de socialistas modernos y ciudadanos de la clase trabajadora. No voy a decir que me sorprende que ésta sea la «consigna» que lanzan desde el «aparato» del PSOE y los «fontaneros» de Moncloa, porque realmente a éstas alturas ya no me sorprende casi nada, pero en todo caso me parece que el argumento que emplean para defender a Zapatero es demasiado burdo.

El presidente se equivoca, como nos equivocamos todos, y sus políticas son cuestionables, a la vista de los resultados. El problema al que se enfrenta Zapatero no es que la «vieja guardia» del PSOE le critique, o que haya un grupo mediático que le aprieta las tuercas en función de sus intereses, (de la misma manera que otros grupos mediáticos le jalean en función de también sus propios intereses), el problema es que hay miles de votantes y simpatizantes socialistas desencantados con su política que tienen la sensación de que no sabe adónde va y que no tiene ninguna receta clara para abordar la crisis y eso no se debe sólo a que de vez en cuando improvise.

La realidad es que Rodríguez Zapatero ha perdido el «estado de gracia» en el que ha estado instalado hasta hace bien poco porque los ciudadanos le han visto el cartón piedra, es decir que detrás de la sonrisa y del supuesto talante no había demasiada consistencia. Vaya por delante que no seré yo quien le critique sus políticas sociales, porque creo que obligación del Estado no dejar desamparados a qu ienes más lo necesitan. Faltaría más que con los impuestos de todos se haya tenido que ayudar a la banca a resolver sus problema y sin embargo se dejen a su suerte a los miles de trabajadores víctimas de la codicia y el mal hacer empresarial de unos cuántos.

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